La política social del gobierno del Distrito Federal se ha visto “desdibujada” respecto a los anteriores gobiernos electos, señaló la doctora Pilar Berrios Navarro, investigadora del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en la primera mesa de discusión del Balance de la Política social del Distrito Federal a un año de gobierno, que se llevó a cabo en la Casa de la Primera Imprenta de América de la UAM, dijo que después de esta primera etapa, se percibe “un desdibujamiento del paradigma de la política social”, donde ese “déficit de paradigma articulado” deja vacíos que están siendo ocupados por prácticas tradicionales, inercias y rigidez gubernamentales.
Tras señalar que la innovación tiene mucho que ver con la alternancia en el gobierno, la académica de la Unidad Xochimilco de la UAM sostuvo que en el DF se lograron mantener tres administraciones “con un empuje y una dinámica” que llevaron a adquirir un personal propio y a que se identificara a la capital como la ciudad de los derechos.
“El modelo de la política social se podía reconocer no sólo en universidades o en dependencias gubernamentales, sino en la percepción de ciudadano de a pie, quien empezó a ubicar el estilo de las políticas sociales” puestas en marcha por estas administraciones.
La investigadora se refirió a situaciones como que hoy se tengan las reglas de operación de los programas sociales, sin tener las directrices sectoriales que son fundamentales para que las reglas de operación tengan cierta sincronía.
Advirtió que la idea de evitar la dispersión mediante la compactación de programas, es un ejemplo de la rigidez con que se maneja el actual gobierno, ya que programas específicos dirigidos a indígenas, personas en situación de calle o con adicciones y adultos mayores, entre otros, hoy se compactan en uno solo enfocado a “la población vulnerable”. Ahí, dijo, hay un desdibujamiento de la población objetivo que tiene problemáticas específicas.
La doctora insistió en que esta ausencia de paradigma se manifiesta no sólo en vacíos, inercias y rigidez, sino en el alineamiento de la política social del Distrito Federal, con la federal, donde “se empieza a ver cómo algunos programas federales se ‘comen’ la capacidad de innovación y experimentación” que la ciudad tenía.
Es el caso del rubro salud, donde “hay una simetría total” entre los objetivos a nivel nacional y los locales. “Me pregunto ¿cuántos programas sociales ya operan en la ciudad de México?, subrayó.
Un tercer elemento radica en la existencia de planteamientos contradictorios, donde si bien el programa general de desarrollo se plantea el enfoque de derechos humanos, género, sustentabilidad, transparencia y participación como ejes transversales, éstos no están claramente incorporados en los ejes estratégicos de la política social.
Sobre la desarticulación existente entre las políticas social, económica y laboral y el incremento de la pobreza en la ciudad de México, sostuvo que esta desarticulación se evidencia, por ejemplo, en que mientras el boleto del Metro se incrementó en 66.6 por ciento, se eliminó el impuesto a la tenencia vehicular; por tanto “no hay una reorientación de la política y sí un castigo a la población”.
Tras comentar la necesidad de que la Ciudad de México cuente con un sistema de información y documentación sobre desarrollo social que permita observar con claridad y actualidad lo que sucede con la operación de los programas, la investigadora advirtió sobre la importancia de evaluar cuál es la perspectiva de la política social de la actual administración, pues después de cuatro administraciones perredistas, éste “puede representar un riesgo para una ciudad en la que hemos tenido experiencias muy valiosas que deberíamos potenciar”.