Uno de los hábitos más irritantes de ciertas personas al usar sus dispositivos tecnológicos y simultáneamente intentar comunicarse con otros, es observar su patrón obsesivo y voyeurista hacia la pantalla; quizás esperando encontrar un mensaje revelador que abone a su mermada y aburrida existencia. Los nativos digitales de la época post-contemporánea no tienen idea de cómo aprender a besar con la mirada y menos aún de cómo establecer contacto profundo y empático con el otro; permanecen absortos e hilarantes en sus prótesis mentales y no en sus interlocutores.
Los dispositivos tecnológicos son diversos, el acceso a internet plural y las redes sociales profundamente banales. Todo ello ha tenido un efecto de sobre estimulación informativa que me obliga a plantear un cuestionamiento desafiante: ¿Quién es el “inteligente”? ¿El usuario o el dispositivo? En términos más directos, asistimos a la proliferación de usuarios idiotas con personalidades dependientes y disociadas entre el avatar y la persona real, intentando manejar una cascada de dispositivos “inteligentes”.
Con apenas 15 años de edad, los jóvenes ya están armados hasta los dientes con dispositivos tecnológicos y comunicativos; teléfonos celulares, IPhone, Ipad, Smarthphone, Tablets o cualquier otro artefacto parecido. Las pantallas y displays son ya partes del cuerpo y, son tratados como verdaderos órganos sensoriales. Así como es bien conocida la relación entre capitalismo y esquizofrenia, es probable que nuestra sociedad hipertecnologizada esté ya produciendo payasos decadentes de la era de la información.
En este sentido, las predicciones que Isaac Asimov (2005) realizó en “El Sol desnudo” son increíblemente acertadas al visualizar una época en la que se reemplazaría la comunicación directa por una comunicación virtual que deterioraría a la sociedad hasta un grado patológicamente “aislacionista”. Debo aclarar que no dudo en absoluto de las bondades de los dispositivos tecnológicos; es digno reconocer y alabar el papel que han jugado las tecnologías de la información y la comunicación (TIC´s) en la libertad de expresión y en la construcción de sujetos multitarea, tendientes a la colaboración y orientados a la búsqueda inmediata de información.
La velocidad comunicativa y la facilidad para procesar información que los dispositivos nos proporcionan en nuestras actividades cotidianas es una muestra de la compleja transición generacional entre los sobrevivientes del movimiento “X” (1960-1979) a la que algunos críticos racionales de la tecnología pertenecemos y la denominada generación “millenials” (Strauss y Howe, 2003) o “nativos digitales” (Prensky, 2001) a la que pertenecen algunos lectores de estas líneas. Sin embargo, es probable que el abuso y dependencia mostrada hacia las herramientas tecnológicas y las redes sociales por parte de usuarios irreflexivos esté generando un verdadero deterioro de nuestras capacidades cognitivas y que, adicionalmente la hiperconectividad, la sobreabundancia informativa y la transferencia de funciones mentales hacia los dispositivos tecnológicos, representa en realidad una digitalización de nuestras patologías y limitaciones existenciales.
Es sorprendente observar el pánico, ansiedad generalizada y temor infundado que algunos usuarios exhiben cuando han olvidado su dispositivo móvil. La nomofobia, es decir el temor irracional provocado al no poder usar el móvil por problemas de cobertura, agotamiento de la batería o por la imposibilidad de encontrar su dispositivo móvil, junto con la incapacidad de apagar el teléfono o superar la obsesión de revisar los mensajes es irrefrenable y francamente preocupante en términos de salud mental. Al respecto, Ruelas (2010) explica que ningún artefacto comunicativo se había diseminado con tanta rapidez, ni había inducido en tan poco tiempo efectos múltiples en las relaciones humanas, el comportamiento público, la codificación de los conceptos de espacio público y privado, así como reacciones emocionales ambivalentes en los usuarios.
En un artículo publicado recientemente en México por García y Fabila (2014) se abordan los graves efectos de la irrupción del móvil en la existencia humana y analizan visiones conciliadoras para la comprensión de las ventajas y peligros del abuso de los dispositivos tecnológicos. Las cifras del mercado de teléfonos inteligentes dan una pauta clara de su creciente adopción. Según la firma de analistas tecnológicos International Data Corporation (IDC) en 2013 se vendieron 1,004 millones de teléfonos inteligentes, un 38,4% más que en 2012. En el mismo año, según el portal tecnológico MundoContact, las ventas de tablets, ultrabooks, tabletas y teléfonos móviles aumentaron un 67.9%.
Por otro lado, desde hace varios años son bien conocidos algunos consecuencias nocivas derivadas de la dependencia y franca adicción hacia los dispositivos tecnológicos, tales como el cibermareo (náuseas, fatiga visual y mareos), la iPostura (posición encorvada típica de los usuarios de dispositivos portátiles), el síndrome de la vibración fantasma (sensación falsa presente incluso cuando no tiene el dispositivo o estando apagado), el síndrome del ojo seco (cambios en la producción de lágrimas) y el dolor dactilar (calambres en los dedos, muñeca o antebrazo e inflamación de los tendones). No obstante, hay explicaciones más atrevidas que aluden al desarrollo de una verdadera demencia digital; es decir una serie de deterioros cognitivos relacionados con el abuso de los dispositivos. En este sentido investigadores paradigmáticos en el área de las neurociencias, mercados digitales y tecnologías informativas como Spitzer (2013), Carr (2010) y Rushkoff (2010) han propuesto que nuestras capacidades lectoescritas, atentivas, analíticas, orientativas, mnésicas y de pensamiento crítico se han visto drásticamente reducidas por el apego excesivo a los dispositivos y por la exposición a contenidos digitales improductivos.
¿Cuántos de ustedes se identifican con la siguiente descripción de su conducta hacia los dispositivos?….Privación de sueño con tal de permanecer usando el dispositivo, llevar su celular a la cama y dormir a su lado, sentimientos de depresión o ansiedad por su ausencia, sobrepeso por la carencia de actividad física, descuido de otras actividades importantes de la vida cotidiana, obsesión por permanecer conectado a la red, presencia en línea con el mundo virtual pero aislamiento social en la realidad inmediata, disminución en las interacciones cara a cara, ocio en las redes sociales, irritabilidad y bajo rendimiento en los escenarios laborales o educativos. Dichos signos de alarma configuran el perfil de los nuevos adictos digitales.
A pesar de que el abuso y dependencia tecnológica parecen estar constituyendo un verdadero problema social, aún no existe consenso entre los especialistas de la salud mental en torno a la terminología relativa a las adicciones tecnológicas y lamentablemente, tampoco se ha obtenido reconocimiento clínico o realizado investigación epidemiológica detallada para conocer los alcances en el ámbito de la salud mental comunitaria.
Para concluir, permítanme realizar algunas reflexiones en los escenarios educativos. Me resulta paradójico constatar como en algunas universidades, se promueve y magnifica el uso de recursos tecnológicos como ventaja competitiva de los modelos educativos contemporáneos, sugiriendo espuriamente que ahora la sincronía y la presencialidad son privilegios prescindibles, omitiendo argumentar que los dispositivos per se no son determinantes para el aprendizaje significativo.
“Enséñame algo que no encuentre en Google” es un eslogan que también se ha puesto de moda en las universidades y que aparentemente pretende mostrar el desafío que enfrentamos los docentes para adoptar nuevas metodologías de enseñanza que generen conocimientos estructuralmente diferentes en las aulas que no puedan encontrarse en simples buscadores de internet. Sin embargo, como educador bien podría responderle a esos administradores educativos –no académicos- y a esos mismos alumnos, la misma frase de otros modos…”Hazme entonces, una pregunta que no esté en Google”, “Deja de comportarte como si estuvieras en la Matrix y de tratar a tus profesores como si fuéramos un Iphone con botones manipulables incluidos”, “Deja de comunicarte como si estuvieras en tu muro, de creer que el cordón umbilical con la vida real es el chat, que la intimidad comunicativa son inbox o que el amor no es amor si no los confirmas con el cliché -en una relación- en la red social”. Finalmente, vale la pena recordar que hay muchas cosas que no están en internet, dispositivos o redes sociales, pero están muy cerca de nosotros y de ti dependen disfrutarlas.
Referencias:
- Asimov, I. (2005). El Sol Desnudo. Barcelona: Editorial Debolsillo.
- Carr, N. (2010). The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains. New York: W. W. Norton & Company.
- García, V; Fabila, A. (2014). Nomofilia vs. Nomofobia, Irrupción del teléfono móvil en las dimensiones de vida de los jóvenes. Un tema pendiente para los estudios en comunicación. Razón y Palabra, Abril-Junio, 18(86) Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=199530728048
- IDC International Data Corporation. (2013). Mercados de consumo masivo de tecnología. Consultado el 10 de septiembre de 2014. En Portal IDC. Disponible en: http://mx.idclatin.com/
- MundoContact. (2013). Las ventas de tablets aumentarán 68% en 2013. Consultado el 10 de septiembre de 2014. En Portal MundoContact. Disponible en: http://mundocontact.com/las-ventas-de-tablets-aumentaran-68-en-2013/
- Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants. en On the Horizon.
- Ruelas, A. (2010). El teléfono celular y las aproximaciones para su estudio. Comunicación y Sociedad, 14, 143-167.
- Rushkoff, D. (2010). Program or Be Programmed: Ten Commands for a Digital Age. New York: OR Books.
- Spitzer, M. (2013). Demencia Digital: El peligro de las nuevas tecnologías. Barcelona: Ediciones B, S.A.
- Strauss, W. y Howe, N. (2003). Millenials Rising. The great next generation. Nueva York: Vintage.
Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director del Departamento de Psicología y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala en la UNAM.
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