Todo comenzó el 26 de diciembre de 2013, cuando un niño de dos años enfermaba en Meliandou (Guinea), con fiebre, heces negras y vómitos. El niño, fallecido dos días después, sería identificado tres meses más tarde por la OMS como el primer caso de enfermedad provocada por el virus del Ébola (EVE) en África Occidental.
El 23 de marzo, casi tres meses después de la muerte del ‘paciente cero’, la OMS publicó la notificación oficial de la epidemia.
La epidemia comenzaba y habría de durar hasta el 14 de enero de 2016, más de dos años después, cuando la OMS informó que el último afectado en Liberia dió negativo en los análisis de sangre, poniendo fin a esta terrible epidemia, lo cual ocurrió 42 días antes.
Desde su inicio el ébola afectó a 28,000 personas y cobró la vida de unas 13,000, según estimaciones hechas por la OMS.
Meliandou es un pequeño pueblo situado en una ‘zona caliente’ para el brote, ya que se trata de un lugar cerca de las fronteras entre Guinea, Liberia y Sierra Leona.
La pobreza, la insalubridad de estas regiones y los movimientos migratorios facilitaron que el virus se propagase rápidamente por estos países.
Las primeras sospechas
En los días posteriores a la muerte del niño aparecieron casos de personas afectadas por una enfermedad desconocida en un hospital de Guéckédou, una ciudad vecina a Meliandou, que los médicos relacionaron con el cólera –ya que siete de los enfermos dieron positivo en los análisis de la bacteria que lo provoca–, aunque no quedaron demasiado convencidos con este diagnóstico.
La situación se agravaba con el paso de las semanas: aparecieron vínculos entre las muertes ocurridas en diferentes lugares y las sospechas crecieron entre la OMS y el personal de Médicos Sin Fronteras (MSF), que se encontraba en Guinea para hacer frente a un brote de paludismo.
Se enviaron muestras al Instituto Pasteur de París (Francia) donde descubrieron que el causante de aquellos fallecimientos era el virus del Ébola e identificaron que se trataba de la cepa Zaire, la más agresiva de todas.
La expansión del virus
El virus se extendía con rapidez. En abril, ya había causado 80 muertes en Guinea y MSF declaraba que se trataba de un episodio “sin precedentes”. La OMS alertaba a los países limítrofes del país sobre el brote y aconsejaba aumentar la vigilancia de la enfermedad en las fronteras terrestres.
No obstante, el virus llegó a otros países y en junio se contabilizaban más de medio millar de casos en África Occidental, con un total de 367 muertes en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
El 28 de agosto de 2014, la OMS presentó una hoja de ruta con el objetivo de “controlar la transmisión del virus en todo el mundo en un plazo de seis a nueve meses y dar una adecuada respuesta a las consecuencias de su propagación internacional”. Para entonces, el virus también había comenzado a afectar en Nigeria y 1.552 personas habían muerto en África por la enfermedad.
Una noticia esperanzadora
A mediados de 2015, la OMS daba una gran noticia: habían conseguido desarrollar la primera vacuna contra el ébola. Los ensayos clínicos realizados en Guinea habían demostrado una efectividad del 100% y habían logrado impedir que unas 4.000 personas vacunadas y expuestas al virus durante diez días no se contagiaran de la enfermedad.
La vacuna combinaba material genético de la cepa Zaire del virus junto con otro virus no relacionado, el de la estomatitis vesicular (VSV), de manera que se lograba producir anticuerpos para luchar contra la enfermedad.
Los científicos se mostraban optimistas ante aquel logro, producto de un trabajo de doce meses. La primera vacuna, aunque en fase preliminar y con muchas pruebas todavía por delante, era una realidad.
Las mejores noticias, no obstante, comenzaron a llegar hacia el último cuarto del 2015. La OMS anunciaba que los últimos afectados por el ébola habían dado negativo en las pruebas de detección del virus y daban por extinguida la enfermedad en Sierra Leona y en Guinea, sumándose a Nigeria, donde había desaparecido en octubre de 2014.
La esperanza de llegar al fin de la epidemia estaba ahí.