El ballet El Cascanueces, de Piotr Ilich Tchaikovski, se ha convertido en una tradición navideña que se presenta en buena parte del mundo.
Su estreno fue el 18 de diciembre de 1892, en el Teatro Mariinski, de San Petersburgo, pero el convertirse en tradición navideña mundial le llevó muchos años y su necesaria migración a Estados Unidos y su adaptación a la época moderna.
La revolución bolchevique, la Primera Guerra Mundial, las hambrunas de principios del siglo XX, y el crecimiento económico y de poderio de los Estados Unidos, provocaron que muchos bailarines rusos emigraran hacia América, sobre todo Estados Unidos, llevando sus técnicas y formas de ballet y el romanticismo que estaba en boga en Europa.
Y con ellos llevaron varias obras, entre ellas, lógicamente, El Cascanueces.
De hecho el primer gran impulso mundial que tuvo la obra fue con el estreno de la película “Fantasía” de Walt Disney, presentada el 13 de noviembre de 1940, en la cual se ilustran diversas partes del ballet con la música de Tchaikovski, evocando las cuatro estaciones[1]. A la gente le gustó la película y comenzaron a interesarse por el ballet.
Después de eso, en el año 1944, se hizo el primer montaje completo de la pieza para el ballet de San Francisco, el cual se estrenó el 24 de diciembre, con coreografía de Willam Christensen. A partir de ahí hicieron la presentación anual, con lo que comenzaron a darle su cariz de tradición navideña; durante diez años fue la única que representaba el ballet completo en EEUU.
La idea de producir este ballet le llegó a Christensen impulsada dos ex-bailarines del Ballet Imperial de Rusia: Alexandra Danilova y George Balanchine, quienes se la propusieron durante una cena conjunta, recordando el esplendor y la magnitud de ese ballet.
El éxito de esta versión supuso el siguiente paso para que El cascanueces se constituyera en una tradición navideña anual por todo el mundo,
El interés creció cuando el montaje de El cascanueces, de George Balanchine[2], fue televisado a finales de 1950.
La versión de George Balanchine se quedó como pieza de repertorio para el New York City Ballet a partir de 1954, marcó la diferencia con todos los demás espectáculos de este tipo debido a la introducción de efectos especiales y de luz que hacen que su producción, ideada especialmente para los niños, esté llena de ilusión y magia.
El más imponente y famoso de los efectos añadidos por este coreógrafo ruso es la transformación del árbol de Navidad de la mansión Stahlbaum durante el sueño de Clara, el cual crece de 12 a 40 pies de alto durante el primer acto y que siempre causa gritos de admiración entre el público.
El Cascanueces como una tradición navideña, se afianzó en el mundo ya a finales de la década de 1960 y sus puestas se escena se reprodujeron notoriamente.
El Cascanueces
El cascanueces es un cuento de hadas-ballet estructurado en dos actos, que fue encargado por el director de los Teatros Imperiales, Ivan Vsevolozhsky en 1891 y que se estrenó en 1892.
La música fue compuesta por Piotr Ilich Tchaikovski entre 1891 y 1892, y es su obra 71 (u opus 71) y es el tercero de sus ballets. En la producción original la coreografía fue creada por Marius Petipa y Lev Ivanov. El libreto fue escrito por Ivan Vsevolozhsky y el propio Petipa, basándose en la adaptación de Alejandro Dumas (padre) del cuento original El cascanueces y el rey de los ratones, de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, escrito en 1816.
Cuando Ivan Vsevolozhsky y Marius Petipa le encomendaron a Tchaikovsky la partitura para la pieza, lo hicieron impulsados por el gran éxito que tuvo su ballet anterior, \’La Bella Durmiente\’.
La propuesta original incluía la presentación del ballet y de una ópera, la cual fue \’Iolanta\’; ese fue el programa doble de la noche del 18 de diciembre de 1892.
Tchaikovsky no se mostró muy convencido ya que consideraba que el argumento del cuento de Hoffmann carecía de fuerza y de encanto como para crear un ballet; pero aún así, Vsevolozhsky y Petipa lograron convencerlo, y a contracorriente de lo pensado por el compositor ruso, El Cascanueces se convirtió en una de sus obras más expresivas, melodiosas y reconocidas por el público.
Una vez aceptada la encomienda Tchaikovki recurrió nuevamente a Marius Petipa, para la coreografía, después de la buena experiencia de La Bella Durmiente. Incluso Petipa proporcionó a Tchaikovski instrucciones muy detalladas para la composición de cada número, incluso en cuanto al tempo y el número de compases.
En la coreografía los avezados incluso mantienen una discusión sobre quien exactamente realizó la primera producción, pues Petipa comenzó a trabajar en la coreografía en agosto de 1892, pero la enfermedad lo alejó de su finalización y se encargó de la tarea Lev Ivanov, su asistente durante siete años.
Sin embargo de esa coreografía a las interpretaciones que hoy se hacen existe una distancia no medible, porque la puesta en escena original se fue perdiendo con el pasar de los años por falta de registros o de anotaciones que conservaran los pasos que componían la obra. Lo poco que se preserva es producto de un traspaso de conocimientos entre bailarines, quienes fueron en el tiempo participando en los montajes de esta joya del ballet clásico.
Antes de su estreno Tchaikovski seleccionó ocho de los números del ballet formando la Suite El cascanueces op. 71a, concebida para ser tocada en concierto. La suite se presentó bajo la dirección del compositor el 19 de marzo de 1892, con ocasión de una reunión de la sección de la Sociedad Musical en San Petersburgo y a partir de ahí se convirtió en popular.
La música de este ballet se conoce, entre otras cosas, por su uso de la celesta, un instrumento que el compositor ya había empleado en su balada sinfónica El voivoda de 1891. Es el instrumento solista en la Danza del hada de azúcar, pero también aparece en otras partes del segundo acto.
La interpretación fue dirigida por Riccardo Drigo, con Antonietta Dell\’Era como el Hada de azúcar, Pavel Gerdt como el príncipe Coqueluche, Stanislava Belinskaya como Clara, Sergei Legat como el Príncipe Cascanueces y Timofey Stukolkin como Drosselmeyer. Los roles de los niños, a diferencia de muchas producciones posteriores, fueron representados por niños reales en lugar de adultos (con Belinskaya como Clara, y Vassily Stukolkin como Fritz), los estudiantes de la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo.
El estreno de El cascanueces no fue considerado un éxito en su momento. La reacción respecto a los propios bailarines fue ambivalente. Mientras que algunos críticos elogiaron a Dell\’Era en su trabajo en pointe como el Hada de azúcar (al parecer ella recibió cinco llamadas de telón), un crítico la califico como \’corpulenta\’ y \’regordeta\’. Olga Preobrajenskaya como la muñeca de Columbine fue descrita como \’totalmente insípida\’ por un crítico y como \’encantadora\’ por otro. Un miembro del público describió la coreografía de la escena de la batalla como confusa: \’Uno no puede entender nada. Empujando desordenadamente de esquina a esquina y corriendo hacia atrás y hacia adelante – bastante amateur\’. El libreto fue criticado por ser \’desequilibrado\’2 y por no ser fiel al cuento de Hoffmann. Muchas de las críticas se centraron en que aparecen los niños de manera prominente en el ballet, y muchos lamentaron el hecho de que la bailarina no bailaba hasta el Gran pas de deux cerca del final del segundo acto (lo que no ocurría hasta casi la medianoche durante el programa). Algunos encontraron la transición entre el mundo terrenal de la primera escena y el mundo de fantasía del segundo acto demasiado abrupto. La partitura de Thaikovski recibió una mejor acogida. Algunos críticos lo describieron como ‘asombrosamente rico en inspiración detallada’ y ‘de principio a fin, bella y melodiosa, original y característica’. Pero incluso esto no fue unánime, ya que algunos críticos encontraron la escena de la fiesta ‘pesada’ y el Gran pas de deux ‘insípido’.
La obra se desarrolla en una noche de Navidad en casa de la familia Stahlbaum, donde el Dr. Drosselmeyer, padrino de los hermanos Fritz y Clara, presenta un acto de magia a los niños y le regala un Cascanueces a Clara, quien queda fascinada con el juguete. Al quedarse dormida, ella sueña que el Rey de los Ratones le quita su muñeco y es entonces cuando viaja a un mundo de fantasía a defender a su Cascanueces, con éste ahora convertido en Príncipe, vivirá fascinantes aventuras como su visita al Reino de las Nieves y Reino de las Flores.
Por si quiere verlo, una versión con el Bolsoi, de Rusia, ballet y orquesta
https://youtu.be/0UgYqcagmzg
[1] – Danse de la fée Dragée: Hadas y elfos depositan rocío, colores de otoño o escarcha en lo bajo del bosque;
– Danza china: Un pequeño hongo no consigue entrar en el círculo;
– Danza de los mirlitons: Flores que caen al agua;
– Danza árabe: Ballet de peces;
– Danza rusa (Trépak): Con cardos cosacos y orquídeas campesinas rusas;
– Baile de las flores: Donde elfos y hojas de otoño bailan hasta el invierno, en compañía de copos de nieve.
[2] Bailarín, coreógrafo y director de ballet ruso, emigrado a EEUU; entre otras cosas, creador del New York City Ballet y considerado como el mas eminente representante del neoclasicismo en el ballet
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