El espejo roto de Narciso
#Ilovemiself#Maniac#Body#Selfie
Es un momento de éxtasis, ella sabe que eligió el vestuario adecuado, su figura es tentadora e incita a tocarla, juguetea seductoramente con su cabello, prepara una sonrisa ¿erótica o ingenua…se pregunta?, humedece sus labios, quizás incluso genere una mueca discreta sugiriendo un beso picorete o una lúcida sonrisa. Acomoda su escote, inclina levemente su cabeza y se ubica coquetamente para enfatizar su perfil mostrando “discretamente” algo de su anatomía caudal. Se sabe bella por cualquier arista e intuye que todo este preámbulo pagará con creces cuando lluevan los “likes” y los comentarios alabando la imagen y apapachando la coraza del ego. Su mirada se clava frente a un espejo suficientemente grande, ubica estratégicamente el teléfono móvil para ensayar diversas posturas corporales, checa la iluminación y el festín de “selfies” inicia…clic…clic…clic. Ahora, viene la decisión más difícil ¿Dónde colgarla? ¿Instagram, Twitter o Facebook? ¿O de plano esto merece un estudio fotográfico profesional digno de Rostros, Marie Claire o mínimo Tvynovelas?
Más allá de concebir a los selfies como una nueva moda en el entorno de las redes sociales, es importante aclarar que tales autorretratos atraviesan un amplísimo espectro explicativo. Pueden representar simplemente la intención de compartir un momento significativo con un grupo de referencia, una expresión sui géneris de cariño para el yo y la exposición de rasgos favorables de nuestra personalidad que resultan importantes socializar y recibir reconocimientos, pero también pueden proyectar el grado de narcisismo dominante en las interacciones humanas, el culto al cuerpo y al biotipo sobre el mundo interno de las personas e incluso como lo plantea Murillo (2014) una modalidad extraña de masturbación de la identidad.
“Lástima por los feos que ahora nos obligan a ser mucho más inteligentes que antes….Tomarnos selfies no haría más que recordarnos que no encajamos en esta competencia de a ver quién está más buena o más galán”. Esta era la frase textual de un joven universitario en un taller sobre la adicción a las redes sociales. Su comentario bien puede mostrar que a la autoexposición de los selfies subyace una carga erótico-sexual y un interesante fenómeno de comparación y competitividad social consigo mismo y los otros. Los selfies son una mirada voyeur frente al espejo y su reflejo es la exposición proyectada a los demás “mirones” que de paso obviamente gozamos de imágenes agradables y acompañamos el ritual digital con comentarios motivacionales igual de discretos y estimulantes; aunque quizás lo que de verdad quisiéramos expresar poéticamente sea…!Quisiera tantearte por largo rato…Morada de mi lujuria…Arquetipo del deseo! y otras tantas formas eróticas que aludan a la pasión, corporalidad y sexualidad.
¿Será que el nivel de narcicismo se mide ahora por el número y naturaleza de los selfies y que los contenidos textuales e icónicos en nuestros muros son ya un elemento esencial para la interpretación de nuestra salud o enfermedad mental? Alguna vez alguien me dijo enfáticamente: “Necesitas enamorarte….pero de ti mismo” Tal comentario lo hizo por mi tendencia a pensar en demasía y sentir poco, a mis observaciones agudas sobre su comportamiento como pareja y de paso también porque discutíamos sobre el amor. Retomo la anécdota porque puede ayudarnos a explicar dos aspectos. En primera instancia, como la postmodernidad ha viralizado y legitimado un hedonismo efímero, el individualismo, la sustitución de la ética y el intelecto por la estética, la superficialidad, la belleza sin contenido y la fomento de espejismos que habitúan a innumerables personas a obtener su capital relacional y material de su mera anatomía.
En segundo lugar, nos permite describir el problema narcisista de los selfmaniacos al estar crónicamente enamorados de sí mismos. Sin embargo, es probable que se trate de un enamoramiento superficial que puede relacionarse con el ansia de éxito, de una imagen pasajera y de la inmediatez por la cultura visual en la que paradójicamente la intimidad ahora se concibe como una forma de exhibición. En la mitología griega, el hermoso joven Narciso se enamora de su reflejo en el agua y se da el lujo de despreciar a cuanta pretendiente aspiraba a su amor. Conocemos tres versiones del mito, pero todas con un cierre igual de trágico. En el libro III de Metamorfosis, versión latina de Ovidio (En Álvarez e Iglesias, 2003) se menciona una frase lapidaria dicha por el adivino Tiresias cuando sus progenitores lo consultan sobre el porvenir de Narciso…“el niño viviría hasta viejo si antes no se contemplaba a sí mismo”. Quizás es la profecía más antigua de la condición humana que conserva vigencia inusitada por la urgencia obsesiva al querer ser protagonistas de una historia carente de valor interno que vive de la captura de instantes, de la necesidad de aprobación, del fomento estratégico de la envidia y de una falacia que comprueba que el orgullo y la vanidad son las formas más estúpidas y seductoras de destruirse. ¿El niño vivirá hasta viejo si antes se conoce a sí mismo? ¿Tan seductor resulta mirar al reflejo y no al yo? ¿Cuál es tu propósito al compartir-TE ante los ojos de los demás? No olvides que las selfies son simples fotos que no están basadas en quién eres, sino en quién pareces y que la necesidad de exponer y proteger el ego no conoce límites.
Referencias:
Álvarez, C; Iglesias, R. (2003). Ovidio. Metamorfosis. Madrid: Cátedra.
Murillo, A. (2014). Selfie o la masturbación de la identidad. Consultado el 15 de junio de 2014. En Portal sin embargo.mx. Disponible en: http://www.sinembargo.mx/opinion/12-04-2014/23096
Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director del Departamento de Psicología y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Profesor-Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM.
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