El estrés en pequeñas dosis produce hormonas denominadas glococorticoides, que se encargan de beneficiar el aprendizaje significativo, es decir, a largo plazo. Desde la neurociencia, según Celia Cristina Contreras, experta en el tema y directora de la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana (México), se ha estudiado cómo esta condición, a niveles moderados, podría ayudar en la enseñanza.
Durante el VI Coloquio Internacional sobre Investigación en Lengua Extranjera, organizado por la Universidad Nacional, de Colombia, apuntó que cuando en el salón de clase se produce emoción y luego motivación para el estudiante, aparece un estrés moderado y la hormona que secreta el organismo es benéfica.
Pero la recomendación, sostuvo la académica, es que esos niveles se mantengan moderados, puesto que en concentraciones altas se liberan hormonas dañinas y destructivas para la memoria, como cortisol, que se encargan de bloquear el aprendizaje.
“Adicionalmente, cuando el cuerpo está bajo tensión produce de manera natural la hidrocortisona, dañina para el cerebro, puesto que reduce el suministro de energía provocando confusión mental y dificultades en el funcionamiento de sistemas de memoria relacionados con el almacenamiento de información a corto plazo”, agregó.
Por eso, para que el estrés no pase de ser moderado y sea una herramienta fuerte, su consejo es que el docente enfrente a los estudiantes a retos alcanzables en su clase, desafíos posibles logrados también con trabajo cooperativo con sus compañeros.
De igual forma, sugirió estrategias pedagógicas que fomenten la competitividad de los estudiantes sin que se sientan amenazados.
“Mientras hagamos al alumno consciente de sus capacidades, se harán mentes más abiertas a aprender y serán más saludables”, concluyó la profesora Contreras.
Esto viene de un proceso mucho mayor, en el que las emociones positivas son la clave para un buen aprendizaje a largo plazo, por ende, estas reacciones producen hormonas y generan una motivación para estimular la amígdala del cerebro, que es lo que acelera este proceso.
La alimentación también aporta
Otro punto del que habló la docente de la Universidad Veracruzana de México fue el de la buena alimentación para fortalecer el funcionamiento de la memoria.
En su intervención, la académica explicó que vitaminas como la B6, B12 y el ácido fólico favorecen el razonamiento abstracto y mejoran el rendimiento en pruebas de memoria.
El consumo de Omega 3 también optimiza la función de la memoria y evita su deterioro mientras envejece y los granos integrales mantienen sanas las células cerebrales.