Veracruz tiene un déficit de más de un millón 39 mil toneladas de maíz para el consumo humano, lo que indica que hay zonas de la entidad que tienen una marcada dependencia alimentaria del exterior. A este escenario se suma la posibilidad de que se concrete la producción comercial del grano en su versión transgénica –genéticamente modificado– en la vecina entidad de Tamaulipas, lo que pone en riesgo razas nativas como el tuxpeño, que tiene su origen en el norte de la entidad, informó el académico de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Veracruzana (UV), Miguel Ángel Escalona.
Comentó que, junto con otros académicos e investigadores están en proceso de integrar un grupo de investigación interdisciplinario sobre seguridad alimentaria, y una primera actividad que asumieron fue analizar la oferta y demanda alimentos básicos en la entidad.
En una aproximación a este análisis, se identificó que muchas regiones de Veracruz –como el centro: Veracruz-Boca del Río-Xalapa– tienen una dependencia alimentaria del exterior; por el contrario, muy pocas están siendo autosuficientes en alimentos básicos –como Papantla.
Con datos interrelacionados del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, y el Censo de Población y Vivienda, el grupo de investigación interdisciplinario obtuvo que en 2010 en Veracruz se produjeron alrededor de 973 mil 457.57 toneladas de maíz, y el consumo es de alrededor de dos millones 13 mil toneladas, lo que indica que hay un déficit de un millón 39 mil 542.43 toneladas.
“Es paradójico porque tenemos una diversidad biocultural muy importante, una diversidad de maíces nativos muy interesante que ha sido oculta de alguna manera.”
Para mayor información sobre el trabajo de la UV en torno a la producción de maíz nativo consulte: www.uv.mx/universo/507/central/central.html
El maíz transgénico
A este escenario se suma el riesgo de contaminar razas de maíz nativas de la entidad con otras genéticamente modificadas, pues a la fecha el Gobierno Federal ha autorizado siembras en fase experimental en estados como Chihuahua, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas.
No obstante, los procesos de mejoramiento de los maíces deben ser muy participativos y desde la lógica y necesidad que establecen los consumidores, pues el maíz para alimentar a los animales no es el mismo que se utiliza para consumo humano.
Además, hay variedades que sirven para guisos específicos como el pozole o los tamales. “Eso no lo podemos echar en saco roto introduciendo materiales estandarizados que no satisfacen el gusto de los consumidores”.
Escalona reiteró que a diferencia de Estados Unidos –donde se cultiva el maíz transgénico–, en México los maíces nativos son parte del patrimonio biocultural.
Relató que el primer mapa que se elaboró sobre maíces nativos en México cubría prácticamente todo el maíz. “Ésa es la realidad. Puede haber zonas donde no haya una gran distribución de maíces, pero siempre vamos a encontrar maíces nativos en diferentes partes del país”.
Sin embargo, se modificaron algunos criterios, lo que ocasionó cambios en las zonas de distribución de maíces nativos. “Ahí encontraron resquicio las empresas (trasnacionales) para decir que podían desarrollar zonas de investigación para la introducción de transgénicos”.
Alertó que si tienen cultivos experimentales en estados como Tamaulipas, hay riesgo de que se contaminen razas de Veracruz, “uno de los estados más diversos en cuestión de maíces nativos”, pues para el polen y las semillas no hay barreras políticas.
Detalló que bajo condiciones favorables el polen puede trasladarse a grandes distancias y ser efectiva su fertilización. Además, la selección y el intercambio de semillas entre los campesinos es de gran importancia y existe un flujo constante de material genético entre diferentes comunidades y áreas geográficas, pues a simple vista no es posible distinguir el maíz transgénico del nativo, dado que son parecidos morfológicamente.
“Entonces, el riesgo de una contaminación por polen y por semillas de maíces genéticamente modificados se potenciaría por este proceso de producción.”
Otra fuente de contaminación ha sido la importación ilegal de semillas de maíz transgénico, como fue confirmado en 2008 por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, que –bajo presiones de organizaciones sociales– tuvo que realizar estudios científicos y confirmar que en el Valle de Cuauhtémoc, Chihuahua, había unas 70 hectáreas de maíz genéticamente modificado, agregó.
En ese contexto alertó que una de las razas que ha servido como base de la diversificación de los maíces es el famoso tuxpeño, originario de la región norte de la entidad.
“Los genes de esta raza han sido empleados para el mejoramiento genético de muchos maíces en el mundo. Menciono el tuxpeño, pero hay una cantidad de razas en el estado de Veracruz que es muy importante mantener y favorecer su cultivo”, recalcó.
Los mitos de los transgénicos
Los transgénicos han generado opiniones encontradas. Hay quienes les ven “bondades”; es más, las propias empresas multinacionales han creado mitos en torno a ellos, mismos que son utilizados publicitariamente para favorecer su cultivo, dijo el entrevistado.
Uno de los mitos es que mejoran la producción, sin embargo “pueden tener niveles de producción menores porque tienen como característica particular ser resistentes a una plaga, lo que disminuye el riesgo de que pueda perderse la producción, pero no es que la mejoren”.
Otro es que los transgénicos no son nocivos para la salud. No obstante, cada vez hay más evidencias sobre los riesgos que implican para la salud. Incluso productos de esta naturaleza han sido sacados del mercado porque hay estudios experimentales que demuestran el riesgo que existe para la salud.
Como ejemplo está el arroz dorado, “un transgénico que fue liberado en Estados Unidos, se empezó a comercializar y por riesgos de alergias fue retirado del mercado”.
Pero mientras más se vayan elaborando productos con base en productos transgénicos, “es más difícil controlar el impacto que puede tener en el organismo”.
En ese sentido, el académico planteó que se aplique el principio precautorio y que no se cultiven productos transgénico –como el maíz– hasta tener suficientes estudios científicos que garanticen que no son dañinos.
“Las empresas multinacionales no han hecho estos estudios epidemiológicos”, subrayó.
Añadió que en México aún no se ingiere maíz transgénico de manera directa, sin embargo de él se aprovechan los azúcares y se utilizan como saborizantes, espesantes, conservadores, aceites, en mermeladas y en salsas de tomate, por citar algunos. Entonces, “el maíz transgénico que comemos no es en nuestra tortilla, probablemente, sino el que nos llega en los alimentos procesados”.
Además, empresas como Maseca no ha respondido si puede garantizar que el maíz que usan no es transgénico. “Y la base de nuestro consumo de tortillas –hechas de manera industrial– es de esta empresa”.
Un mito más versa en que los transgénicos son más ecológicos que los cultivos tradicionales. Pero “en el caso de los países donde se cultivan transgénicos el uso de plaguicidas se ha incrementado notablemente, y a veces el riesgo en salud pública es por las excesivas cantidades.
”En Argentina, por ejemplo, hay una movilización social por regular el uso de plaguicidas que se están utilizando en transgénicos, porque si bien pueden ser tolerantes a una plaga, están expuestos a otras”, citó.
“Entonces, si no son productivos, ecológicamente sanos y económicamente rentables, no son sustentables para quien los produce. Quienes ganan son los desarrolladores de la tecnología porque hay una dependencia tecnológica sobre el uso de la semilla, y porque la política entonces es favorecer que en los países productores de materias primas se desarrollen estos cultivos para tener el monopolio de la semilla, de los agroquímicos y la comercialización”, enfatizó.
Ciencia, transnacionales y milpa
“Yo soy de las personas que piensa que la ciencia no es neutra, que tiene una clara postura política, y si favorece a una multinacional o al monopolio de los materiales, entonces es una ciencia que no le está sirviendo al mundo”, acentuó el investigador de la UV.
“Creo que la estrategia es favorecer los procesos de producción, abasto y consumo regional a partir del potencial productivo que cada región puede tener.”
Si bien el tema central es el maíz, “no debemos excluir el concepto tradicional de la milpa, que es maíz, frijol, calabaza, chiles, cultivos que regionalmente están adaptados, mejorar la diversidad, disminuyen la susceptibilidad de plagas y enfermedades, y conservan los recursos naturales –como el suelo–”.
Aunque el argumento de cultivar maíces transgénicos es la necesidad de tener maíz para el consumo, “no necesitamos transgénicos para mejorar la producción de nuestro país, lo que hay que hacer es mejorar las políticas públicas”, dijo.
Los productos orgánicos
Muy contrario a este escenario, el investigador planteó que se fomente la agricultura orgánica –la que no emplea productos químicos de síntesis y transgénicos–, misma que favorece y promueve la diversificación de cultivos y la integración de sistemas animales y vegetales.
“Uno de los mitos de los productos orgánicos es que son demasiado caros. Lo son en el esquema convencional de comercialización, porque hay un sobreprecio que pagar en la certificación, el precio justo, entre otros rubros.
“Pero no todos los alimentos orgánicos son certificados y se comercializan en los esquemas convencionales. Y yo pregunto al revés, ¿por qué los alimentos convencionales son tan baratos y quién está subsidiando ese precio al consumidor? Es un precio que está subsidiando el campesino, el medio ambiente, para que yo pueda tener una lechuga de cuatro pesos, de 60 centavos”.
La UV y los transgénicos
El entrevistado criticó que en la UV aún no se haya abierto un amplio elemento de discusión para que la comunidad universitaria tenga una postura a favor o en contra de los transgénicos.
“Cuáles son los pros, los contras, cuál debería ser la participación de los universitarios en estos procesos de recuperar esta memoria biocultural que hay alrededor de maíz, y diseñar estrategias institucionales –no por académicos o estudiantes– alrededor de cultivos tan importantes como el maíz”.
Añadió que la introducción de maíces transgénicos al estado, ya sea por contaminación del vecino estado de Tamaulipas o por permiso del Gobierno Federal, “no es cosa menor porque pone en riesgo nuestra seguridad alimentaria, porque a mayor dependencia de empresas multinacionales, menor seguridad y menor soberanía alimentaria tendrá nuestro país”.
En ese sentido, consideró “fundamental y urgente” que en la UV se empiece a debatir sobre estos temas, que se realicen foros, sobre todo en las regiones del norte y sur de la entidad, donde se mantiene la producción de maíz.