Bandera de México- Christian Frausto Bernal

Bandera de México- Christian Frausto Bernal


Axel Chávez

Si bien, el patriotismo, de acuerdo a su definición es el valor que procura cultivar el respeto y el amor a la patria, mediante un trabajo honesto y la contribución personal al bienestar común, este vocablo, según Santiago Carrillo, ha venido a corromperse, y hoy, manoseado por la peor gente, incluye la acepción más relajada de los intereses políticos y expresa la intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental[1].

Hace más de un siglo, explicaba el recién fallecido dirigente del Partido Comunista Español, el patriotismo significaba la revolución y libertad; sin embargo, se convirtió en un arma de condicionamiento[2]. Esta visión coincide con la del político y revolucionario ruso de origen judío Leon Trotsky, quien afirmó que “el patriotismo es la principal parte de la ideología, mediante la cual, la burguesía envenena la conciencia de clase de los oprimidos y paraliza su voluntad revolucionaria, porque patriotismo significa sujeción del proletariado a la nación, tras la cual está la burguesía”[3].

Esa atadura por medio de un amor que debe profesarse sin ejercer reproche, no podría existir sin la lealtad del pueblo, que de acuerdo con estos autores ha aceptado la imposición sesgada de este valor, para limitar sus actos y afligir su espíritu.

En México, la celebración del 15 de septiembre (fecha en la que cientos de miles se reúnen en plazas públicas para conmemorar la Independencia, al menos del yugo español, ya que el país aún es presa de otros modelos de opresión), tiene un gran valor para los habitantes, a quienes, desde la cuna, se les inculca a honrar a su nación, aún con todas sus problemáticas sociales[4]., Octavio Paz en Los hijos de la Malinche, refiere que los mexicanos gritan de algarabía, con el éxtasis en la garganta por varios minutos, quizá para poder callar los restantes 364 días del año

El premio Nobel de Literatura no estaba equivocado, el país que lleva como escudo al águila que devora a la serpiente es “parcialmente libre”, según un estudio de Freedom House, organización no gubernamental estadunidense que lo sitúa en el mismo nivel que República Dominicana y Guatemala, superado por Chile, Suriname y Bahamas, que son, según esto, países libres[5].

La organización califica el ambiente legal, político y económico para ejercer estas libertades, en una escala de 0 a 100.

Nuestra nación, a la que se le juzgó por su sistema de ejecución de poder y conflictos como el crimen organizado, no pudo siquiera superar la media al llegar a los 48 puntos.

Ese sentimiento que llevó a los” buenos hijos de México” a combatir solos, sin auxilio de nadie, sin recursos ni los elementos necesarios para la guerra, hasta derramar su sangre, arrastrando todos los sacrificios antes de consentir la pérdida de la República y de la libertad, como honrosamente se refería Benito Juárez de sus hombres, se ha transformado en pasividad, misma que ha propiciado el conformismo y la aceptación de la ejecución del poder, explica Octavio Paz[6].

Para el literato mexicano, este amor equívoco ha sido legado por la historia que “arrastra en andrajos un pasado todavía vivo”: “Nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exasperantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de luchas y experiencias constitucionales.

El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos —vicio que no ha desaparecido todavía— y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visibles que nunca debido a las sucesivas desilusiones postrevolucionarias, completarían esta explicación histórica”[7].

Y esto, agrega, da origen a una “alegría rencorosa” que se libera cada 15 de septiembre: “Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la chingada!”. Verdadero grito de guerra, cargado de una electricidad particular.

Esta frase es un reto y una afirmación, un disparo, dirigido contra un enemigo imaginario, y una explosión en el aire. Nuevamente, con cierta patética y plástica fatalidad, se presenta la imagen del cohete que sube al cielo, se dispersa en chispas y cae oscuramente. O la del aullido en que terminan nuestras canciones, y que posee la misma ambigua resonancia: alegría rencorosa, desgarrada afirmación que se abre el pecho y se consume a sí misma”[8].

El error del patriotismo mexicano, es forzar el amor a la patria, y forzar un amor que no corresponde a las virtudes de esta palabra, sino uno que todo lo soporta, pero nada espera, que es envidioso y jactancioso, nada conforme a la descripción de las virtudes del amor que legó Saulo de Tarso en la carta a los Corintios.

“El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón”[9], dice el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

 

Pero si esto no pasa, entonces, expone el rey de España Juan Carlos De Borbón, se impone un patriotismo monopolizado al servicio de intereses personales y no un ideal de patriotismo como el que propone Librado Rivera: “Una patria sin límites y sin fronteras; una patria común cuyos intereses pertenezcan a todos los habitantes de ella, como nos pertenece el aire, la luz y el calor del sol”[10].

 


[1] Carrillo Santiago, Eurocomunismo y Estado, 1977: Editorial Crítica, S.A

[2] Ibídem

[3] Trotsky, León, Lecciones de octubre, 1924

[4] Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Cap. Los Hijos de la Malinche, 1950

[6] Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, Cap. Los Hijos de la Malinche, 1950

[7] Ibídem

[8] Ibídem

[9] El País, hemeroteca, Dic. 2010

[10]  ¡Viva Tierra y Libertad! Librado Rivera, Editorial Antorcha, 1980

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