A pesar de que el Telescopio Espacial Hubble (Hubble Space Telescope, en idioma inglés), de la NASA, ha tomado muchas imágenes impresionantes del universo, una fotografía se destaca del resto: la vista icónica de los llamados “Pilares de la creación”. La asombrosa foto, tomada en 1995, reveló detalles nunca antes vistos de tres columnas gigantes de gas frío bañadas por la luz ultravioleta abrasadora de un grupo de estrellas jóvenes y masivas en una pequeña región de la Nebulosa del Águila (Eagle Nebula, en idioma inglés), o M16.
Para celebrar su próximo vigésimo quinto aniversario, en abril, el telescopio Hubble volvió a visitar los famosos pilares, proporcionando así a los astrónomos una visión más nítida y más amplia. Aunque la imagen original fue bautizada como los Pilares de la creación, la nueva imagen sugiere que también son los “pilares de la destrucción”.
“Estoy impresionado por lo transitorias que son estas estructuras”, explica Paul Scowen, de la Universidad Estatal de Arizona, en Tempe. “Se están esfumando activamente delante de nuestros propios ojos. La fantasmal bruma azulada que rodea los bordes densos de los pilares es material que se calienta y se evapora hacia el espacio. Hemos capturado estos pilares en un momento muy singular y de corta duración en su evolución”. Scowen y el astrónomo Jeff Hester, quienes anteriormente pertenecieron a la Universidad Estatal de Arizona (Arizona State University, en idioma inglés), lideraron las observaciones originales de la Nebulosa del Águila que llevó a cabo el telescopio Hubble.
Las imágenes originales de 1995 fueron tomadas en luz visible. La nueva imagen incluye también luz del infrarrojo cercano. La vista infrarroja hace que los pilares parezcan espeluznantes y tenues siluetas que contrastan con un fondo de innumerables estrellas. Eso se debe a que la luz infrarroja penetra en gran parte del gas y del polvo, con excepción de las regiones más densas de los pilares. Las estrellas recién nacidas se pueden ver escondidas dentro de los pilares.
La imagen infrarroja muestra que los extremos de los pilares son densos nudos de polvo y gas. Hacen sombra al gas que se encuentra debajo de ellos, manteniéndolo así frío y creando las estructuras largas, con forma de columna. El material ubicado entre los pilares hace mucho tiempo fue evaporado por la radiación ionizante que proviene del cúmulo central de estrellas situado por encima de los pilares.
En el borde superior del pilar izquierdo, un fragmento gaseoso ha sido calentado y vuela lejos de la estructura, subrayando de este modo la naturaleza violenta de las regiones donde se forman estrellas. “Estos pilares representan un proceso muy dinámico y activo”, dijo Scowen. “El gas no se calienta de manera pasiva y se va flotando suavemente hacia el espacio. Los pilares gaseosos, en realidad, se están ionizando, en lo que constituye un proceso mediante el cual los electrones pierden átomos y se calientan debido a la radiación de las estrellas masivas. Y luego son erosionados por los fuertes vientos y la lluvia de partículas cargadas que provienen de las estrellas, las que literalmente están puliendo las cimas de estos pilares”.
Cuando Scowen y Hester utilizaron el telescopio Hubble con el fin de llevar a cabo las observaciones iniciales de la Nebulosa del Águila, en el año 1995, los astrónomos habían visto las estructuras parecidas a pilares en imágenes tomadas desde la Tierra, pero no en detalle. Ellos sabían que los procesos físicos no son exclusivos de la Nebulosa del Águila ya que el nacimiento de las estrellas se lleva a cabo en todo el universo. Pero, a una distancia de solamente 6.500 años luz, M16 es el ejemplo más dramático y más cercano; algo de lo que el equipo pronto se percató.
Mientras Scowen juntaba las fotografías del Águila provistas por el telescopio Hubble, quedó asombrado por lo que vio. “Llamé a Jeff Hester por teléfono y le dije: ‘Tiene que venir a ver esto ahora’”, recordó Scowen. “Pusimos las fotografías sobre la mesa y no podíamos contener la emoción con todo el increíble detalle que estábamos viendo por primera vez”.
Las primeras características que llamaron la atención al equipo en 1995 fueron las serpentinas de gas que aparentemente se alejaban flotando de las columnas. Los astrónomos habían debatido previamente cuál sería el efecto de las estrellas masivas cercanas sobre el gas circundante en las “guarderías estelares”. “Hay solamente una cosa que puede iluminar un vecindario como este: las estrellas masivas que emanan suficiente potencia en luz ultravioleta como para ionizar las nubes de gas y hacerlas brillar”, señaló Scowen. “Las regiones nebulosas de formación estelar como M16 son los carteles de neón interestelar que dicen: ‘Acabamos de hacer un montón de estrellas masivas aquí’. Esta fue la primera vez que obtuvimos evidencia observacional directa de que estábamos viendo realmente el proceso de erosión, no sólo la radiación sino la remoción mecánica en capas del gas de las columnas”.
Al comparar las imágenes de 1995 y de 2014, los astrónomos también notaron un alargamiento de una característica estrecha, similar a un chorro, que puede haber sido expulsada de una estrella en reciente formación. El chorro se parece a un chorro de agua de una manguera de jardín. En los 19 años transcurridos, este chorro se ha alargado más en el espacio; se ha extendido a través de aproximadamente otros 97 mil millones de kilómetros (60 mil millones de millas), a una velocidad estimada de alrededor de 724.000 kilómetros por hora (450.000 millas por hora).
Nuestro Sol probablemente se originó en una región de formación estelar turbulenta similar a esta. Existe evidencia de que el sistema solar en formación fue salpicado con una metralla radiactiva de una supernova cercana. Eso significa que nuestro Sol se formó como parte de un cúmulo que incluyó a estrellas lo suficientemente masivas como para producir potentes radiaciones ionizantes, tal como se ve en la Nebulosa del Águila. “Esa es la única forma en la que una nebulosa de la cual nació el Sol pudo haber estado expuesta a una supernova tan rápidamente, en el corto período de tiempo que representa, porque las supernovas sólo provienen de las estrellas masivas y esas estrellas únicamente viven unas pocas decenas de millones de años”, explicó Scowen. “Eso significa que cuando se ve el medio ambiente de la Nebulosa del Águila o de otras regiones de formación estelar, se está viendo exactamente el tipo de medio ambiente en el que se formó nuestro Sol”.
(NASA)