El doctor en ciencias Miguel Ángel Santoyo García-Galiano es investigador titular A en la Unidad Michoacán del Instituto de Geofísica (IGUM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Con especialidad en sismología, se encarga del estudio del interior de la Tierra, así como de los fenómenos propios de los terremotos. Además, forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel I, ejerciendo también como profesor en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES).
La infancia del investigador se desarrolló de forma plena en la hoy Ciudad de México. Sus padres procuraron proporcionarle una educación pública y de calidad, además, Miguel Ángel Santoyo recuerda en su padre una especial atención por la naturaleza, incentivando en su hijo la necesidad de querer explicar el mundo que lo rodeaba a través de las matemáticas. Pero es hasta el nivel preparatoria, en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM, donde descubre su vocación por las ciencias.
“Durante toda mi infancia mi papá siempre estuvo interesado por que tuviera mucho contacto con la naturaleza, íbamos a acampar, andar en bicicleta o hacer días de campo. Así que al momento de decir qué estudiar pensé que quería entender y explicar la naturaleza a través de las matemáticas, pero en contacto con ella. La geofísica me permitía salir y hacer prácticas de campo, estudiar el subsuelo directamente en el lugar, siempre aunado a los números”.
El terremoto del 85
La promesa del sector energético seducía al joven estudiante de licenciatura en geofísica; sin embargo, el gran sismo que sacudió a la Ciudad de México y la magnitud de destrucción que presenció, significó para él un gran cambio de perspectiva. Ahora su interés se centró en entender qué ocurría en el interior de la Tierra y cómo era que se producían los terremotos, con el fin de poder preparar a los pobladores de su ciudad ante futuros fenómenos de esa naturaleza, pues comprendió que el país aún necesitaba mucha gente para trabajar en materia de sismología.
Posteriormente, participó en la Facultad de Ingeniería como profesor de futuros geofísicos. Luego de estudiar la maestría en sismología de terremotos, ingresó al Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), como técnico académico. Producto de su labor decidió comenzar sus estudios de doctorado, mientras continuaba colaborando en la institución federal.
Sin embargo, a la par de sus estudios doctorales y su trabajo en el centro, también fue nombrado representante de posgrado durante el conflicto de la UNAM en el año 2000. Sería hasta cinco años después de ello cuando por fin obtendría el título de doctor en ciencias, para trabajar en la Dirección General de Protección Civil del Distrito Federal como subdirector del Área de Servicios Geológicos. Luego de ello, viajaría hacia el viejo continente para realizar una estancia posdoctoral en la Universidad de Almería, en España.
Prestigio UNAM
“Al llegar a España me di cuenta que la UNAM está al nivel de universidades de países del primer mundo en muchos aspectos. La preparación que tenemos aquí quizás es igual o incluso mejor a muchas de las grandes universidades del mundo, en cuanto a experiencia, el conocimiento general y en investigadores de primer nivel. Fue un orgullo darme cuenta de que el nivel académico que yo llevaba era bueno, y a veces no te das realmente cuenta de ello cuando estás en el país, en ocasiones tienes que salir a comparar para entenderlo y ser consciente”.
Durante su estadía en tierras españolas, su preparación, prestigio y participación en las investigaciones le otorgaban reconocimientos y loas por parte de sus congéneres científicos, lo que aceleró su proyección internacional al conseguir el contrato Ramón y Cajal, fungiendo como profesor en la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Sin embargo, la crisis económica del 2008 le impidió continuar su estancia en el país europeo, regresando a México en 2015 para reincorporarse a la máxima casa de estudios.
“Mientras que en algunas de las universidades europeas el nivel de docencia e investigación ha bajado producto de esta crisis reciente, en la UNAM veo que no ha pasado lo mismo, la calidad ha subido en general desde entonces y no ha dejado de hacerlo, y creo que gran parte de eso se debe a la fortaleza de la UNAM”.
La libertad de cátedra que ofrece la universidad nacional representa para el investigador uno de los mayores privilegios de la docencia en México, pues permite al profesorado la afabilidad necesaria para cumplir con los programas de estudio de manera crítica y profesional, pero confiando en el criterio del docente para inculcar en los científicos del futuro las herramientas necesarias para los próximos retos.