Códice Telleriano-Remensis, registra un temblor de tierra ocurrido en 1507

Códice Telleriano-Remensis, registra un temblor de tierra ocurrido en 1507


Cuándo se produjo un sismo, en dónde se localizó el epicentro, cómo se originó y cuál fue su magnitud e intensidad, son algunas de las preguntas que los investigadores dedicados a la paleosismología y a la arqueosismología intentan responder; lo anterior con el fin de conformar catálogos sísmicos más completos, los cuales son importantes herramientas  para el análisis de peligrosidad sísmica de una zona.

 

La paleosismología estudia los sismos que ocurrieron en el pasado y a la reconstrucción de estos fenómenos, a través de las fuentes históricas como los códices y las construcciones arqueológicas, se le conoce como arqueosismología, explicó el doctor Víctor Garduño Monroy, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

 

Analizar y caracterizar eventos sísmicos que han ocurrido en el pasado, y que son susceptibles de incorporarse a los catálogos sísmicos, requiere del estudio de documentos históricos, de los registros geológicos y del análisis arqueológico. De ahí que las investigaciones de arqueosismología se apoyen en disciplinas como la historia, la arqueología, la arquitectura, la ingeniería y la geología.

 

La intensidad de los sismos del pasado

 

Los estudios de arqueosismología pueden dar información útil a cerca de sismos con intensidades no registradas, hasta el momento, en los catálogos sísmicos. Y, a través del estudio de códices como el Telleriano-Remensis (del siglo XVI), en el que se consigna información sobre los sismos y la escala de su intensidad, el grupo del doctor Garduño Monroy propuso una escala de intensidades sísmicas basada en los glifos del tlalollin (que significa movimiento de la tierra) de la cultura náhuatl, esto durante el 6° Taller Internacional de Arqueosismología y Paleosismología de la Unión Internacional para la Investigación del Cuaternario (INQUA) en Fucino, Italia, realizado en abril de este año.

 

Un sismo puede ser clasificado por la energía liberada durante el evento, la cual se mide a partir de registros instrumentales (como los sismógrafos) que le asignan a cada sismo un valor único, lo que se conoce como magnitud sísmica. En cuanto a la intensidad, que se refiere a los elementos que indican los efectos de un sismo en un lugar específico, se basa en las observaciones de los daños en las construcciones, en el terreno y en el impacto que el sismo provoca en las personas.

 

Con el fin de incorporar los datos de un sismo en los catálogos sísmicos y llevar a cabo análisis de la probabilidad de que, en determinado periodo de tiempo y en una zona específica, ocurra un sismo de igual o mayor intensidad a los ocurridos hasta el momento, los especialistas en arqueosismología definen el origen sísmico de las deformaciones en construcciones arqueológicas y relacionan los daños a un evento sísmico; también determinan la intensidad macrosísmica, basada en los efectos del sismo en diversos aspectos, entre ellos las estructuras o el ambiente.

 

Dentro de la arqueosismología, uno de los métodos para determinar la intensidad de un sismo, que no está registrado en los catálogos sísmicos, es la escala de intensidad ESI 2007, elaborada por la Subcomisión de Paleosismología y Tectónica Activa de la Comisión de Procesos Terrestres de INQUA, que a través del estudio de los daños permite establecer la intensidad de un sismo, ya sea del pasado o actual.

 

“Con esta herramienta se pueden traducir los daños en un número de intensidad, lo cual nos ha funcionado bien, ya que la hemos aplicado para estudiar diferentes sismos como el de  Lorca, España, del 11 de mayo del año 2011”, dijo Garduño Monroy, quien labora en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Tierra de la UMSNH.

 

En los sedimentos de los lagos se han encontrado huellas de eventos sísmicos importantes, en cuanto a su intensidad, y en las pirámides de Tzintzuntzan en Michoacán, de Teotihuacán en el Estado de México y de Mitla en Oaxaca, se detectaron técnicas parasísmicas –como el engatillado que disminuye el movimiento horizontal de la construcción ante un sismo– similares a las que se emplearon en Machu Picchu, Perú. De esta manera, al realizar estudios en los sedimentos, así como en los documentos históricos, los centros arqueológicos y las construcciones coloniales y actuales, los especialistas en el estudio de los sismos del pasado, han podido conformar un archivo con información de diversos eventos sísmicos que han ocurrido en el país, señaló el integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

 

Así, los estudios de arqueosismología aportan nuevos datos de los sismos no registrados documentalmente o de aquellos que no están incorporados a los catálogos sísmicos, y también permiten conocer cuál ha sido el origen de las deformaciones sísmicas del patrimonio cultural, tal es el caso de los sitios arqueológicos, y cómo este se comportará ante un futuro sismo. Por ello, el investigador considera necesario que más estudiantes se interesen en los estudios de arqueosismología, en vista de que el número de investigadores en esta área es reducido.

Los comentarios están cerrados.