Las hepatitis víricas (A, B, C, D y E) son un grupo de enfermedades infecciosas que afectan a 400 millones de personas en todo el mundo, causan hepatopatías agudas y crónicas, y matan a cerca de 1,4 millones de personas al año, en su mayoría por hepatitis B y C, apunta la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante el Día Mundial contra la Hepatitis, el 28 de julio de 2016, la cual también advirtió que dada la magnitud de la epidemia, todos estamos en riesgo.
Según las estimaciones -apunta la ONU-, solo el 5% de las personas con hepatitis crónica saben que están infectadas, y son menos del 1% quienes tienen acceso al tratamiento.
El alcance de la enfermedad es tal que se estima que hay 240 millones de personas que padecen infección crónica por el virus de la hepatitis B (definidas como positivas al antígeno superficial del virus de la hepatitis B durante al menos seis meses), en el mundo y más de 686,000 personas mueren cada año como consecuencia de la misma, incluidas por cirrosis y cáncer hepático, aún cuando es prevenible con la vacuna actualmente disponible, que es segura y eficaz..
Pero además, la hepatitis B representa un importante riesgo laboral para los profesionales sanitarios.
En este Día Mundial contra la Hepatitis la ONU instó a los Estados Miembros a que presten su apoyo a la aplicación de la primera Estrategia Mundial del Sector de la Salud contra las Hepatitis Víricas para 2016-2021, aprobada en la 69.a Asamblea Mundial de la Salud, en mayo de 2016.
La nueva estrategia contiene las primeras metas mundiales con respecto a las hepatitis víricas, entre las que se encuentran la reducción de los nuevos casos de hepatitis B y C en un 30% y la reducción de la mortalidad en un 20% para 2020.
Las principales medidas consistirán en ampliar los programas de vacunación contra la hepatitis B; mejorar la seguridad de las inyecciones, transfusiones e intervenciones quirúrgicas; ampliar los servicios de “reducción de daños” para los consumidores de drogas por vía parenteral, y el aumento del acceso al diagnóstico y tratamiento de las hepatitis B y C.
Se estima que el 95% de las personas con hepatitis no saben que están infectadas. Las pruebas para detectarlas son complejas y pueden ser caras; además, la capacidad de laboratorio es reducida en muchos países.
Este mismo desconocimiento y el escaso acceso a los servicios de tratamiento de las hepatitis a nivel mundial provoca que la mayoría de las personas que necesitan tratamiento no lo reciben, aún cuando más del 90% de las personas con hepatitis C pueden curarse completamente en un plazo de 3 a 6 meses.
El tratamiento apropiado de las hepatitis B y C puede evitar la aparición de las graves complicaciones, potencialmente mortales, de las hepatopatías crónicas: la cirrosis y el cáncer de hígado.
En opinión de la OMS, la ampliación del tratamiento permitirá salvar 7 millones de vidas entre 2015 y 2030, con los consiguientes beneficios económicos para las comunidades.