21 abr (dpa) – Desde el tsunami que asoló
Japón en marzo de 2011, una alfombra gigante de chatarra flota en el
Pacífico y es arrastrada por el agua hacia Estados Unidos. En el
oeste del país crece la preocupación ante una inminente contaminación
de sus costas.
Un barco fantasma ha sido el hasta ahora mayor precursor de la
temida invasión de la basura y la chatarra en la costa oeste
estadounidense. El remolcador “Ryou-Un Maru” se soltó de su ancla el
marzo de 2011, tras el terremoto y tsunami, en Japón y desde entonces
el viento y las corrientes lo han arrastrado casi 8.000 kilómetros
por el Pacífico.
A comienzos de abril, cuando lo interceptó la guardia costera
estadounidense, terminó su viaje. El barco se había acercado a Alaska
y a otros barcos de forma tan peligrosa que las autoridades
decidieron hundirlo. Ahora, desde la costa occidental se avistan con
cada vez más frecuencia otros objetos, basura y chatarra arrastrados
por el mar desde el tsunami.
”Es sólo el principio”, opina el oceanógrafo Curtis Ebbesmeye.
Escombros y chatarra llegan desde el otoño (boreal) pasado a Canadá y
a los estados de Alaska, Washington, Oregon y California. “Estamos en
la cuenta atrás hacia octubre, cuando probablemente llegará la mayor
masa. Debemos prepararnos para una acción de limpieza de enormes
proporciones”, profetiza el científico jubilado.
Desde hace décadas, Ebbesmeye estudia las corrientes a través de
los despojos del mar y también con la ayuda de miles de patos de goma
que se cayeron al agua en 1992 de un gran contenedor en medio de una
tormenta y que viajaron por tres océanos diferentes.
Ahora son sobre todo bidones de plástico y grandes boyas de
poliestireno, como las que se utilizan para el cultivo de ostras en
Japón, lo que Ebbesmeyer y sus ayudantes avistan desde la costa oeste
de Estados Unidos. Casi 400 partes llegaron a las playas entre
California y Alaska desde octubre, se supone que todo ello basura del
tsunami.
El organismo NOAA de Clima y Oceanografía no quiere determinar el
origen de la basura hasta disponer de pruebas definitivas. Sólo en el
caso del barco fantasma y de dos botes menores se logró demostrar
claramente la relación con la catástrofe del tsunami. Pero según el
último modelo informático de Doug Helton, del NOAA, las corrientes y
los vientos podrían haber arrastrado a Seattle los primeros restos
hace meses. “La mayoría sigue en el mar, repartidos en una gran
superficie y arrastrados por un complicado sistema de corrientes”.
Sin embargo algunas partes, como boyas o contenedores de plástico,
llegaron con mayor rapidez, explica Helton.
Lo que comenzó siendo una espesa alfombra de escombros en aguas
japonesas se ha dispersado en una superficie mayor, debido a las
tormentas de invierno (boreal). “No hay una cifra exacta sobre la
cantidad de material que arrastra aún el agua”, afirma Diana Parker,
del departamento de basura marina del NOAA en Washington. “Según
cálculos del gobierno japonés, cinco millones de toneladas de
escombros cayeron al mar; el 70 por ciento de esa cantidad se hundió
con rapidez, por lo que 1,5 millones de toneladas podrían seguir
desperdigadas por ahí”, calcula Parker.
En el Día de la Tierra se espera que miles de voluntarios
participen en la tradicional limpieza de playas el fin de semana,
entre ellos Jody Kennedy en Seattle, miembro de la Fundación
Surfrider.
”Calculamos que habrá mucha más contaminación en los próximos
años”, opina la estadounidense. “Esperemos que la basura del tsunami
dirija la atención a la amenazada mundial del mar por el plástico y
otro tipo de basura. Además cree que los habitantes de la zona y los
municipios deben asumir las tareas de limpieza.
”No hay ningún organismo responsable de la retirada de basura del
mar”, afirma también Curt Hart, de la oficina de Ecología en el
estado de Washington. Su oficina recibe llamadas de ciudadanos
preocupados que encuentran en las playas bidones y contenedores que
podrían contener sustancias químicas o venenosas. Sin embargo,
considera “muy improbable” que con la basura del tsunami llegue
también material radioactivo o partes de cadáveres. Algunas oficinas
como el NOAA han creado líneas telefónicas de emergencias para
informar de basura sospechosa.
Para el oceanógrafo Ebbesmeyer hay aún muchas preguntas abiertas
sobre el daño que pueda provocar al medio ambiente la chatarra del
tsunami. “Observamos por ejemplo una alta cifra de tortugas marinas
que flotan muertas, ya que su ruta de nado las conduce exactamente
por el campo de escombros”, cuenta el investigador, que critica el
hundimiento del remolcador japonés ante la costa de Alaska. El barco
a la deriva debería haber sido remolcado a un puerto y eliminado,
considera.
Pero la guardia costera consideró que el riesgo de contaminación
por el barco fantasma era bajo y que el crudo vertido al mar no
supondría peligro alguno para la vida marítima.