Grandez caballos azules, Franz Marc, 1911

Grandez caballos azules, Franz Marc, 1911


Manuel Martínez Morales

Quieres creer que todo lo que está pasando no ha sucedido nunca, que todo ha sido un mal sueño, una pesadilla. O que todo esto acontece en otra dimensión, en otro mundo, en otra realidad. Por eso decides seguir a los caballos azules de Dalí que, a trote lento, abren el sendero hacia lo que tu supones es el verdadero camino, el camino a la realidad. Y con Santiago trepado en tus hombros persigues los hermosos caballos azules que, indiferentes, siguen su camino como si volaran suavemente sobre el suelo.

De pronto, eres consciente que todo lo acontecido ha sido real, doloroso, y que quieres escapar de esta realidad. A lo hecho, pecho, decía mi abuela. Así que a darle y a seguir picando piedra al más puro estilo prometeico.

Sin embargo, sigues avanzando por el sendero marcado por los caballos pues te has enterado que al menos existe un camino a la realidad a tu alcance y hacia allá conducen los cuadrúpedos dalileanos. Uno de esos  caminos -lo sabes- fue abierto hace poco tiempo por Roger Penrose, destacado físico matemático, quien ha intentado por medio de su obra invitar a quien quiera aventurarse por los caminos de la física moderna para comprender mejor la realidad que vivimos. (Roger Penrose: The road to reality. A complete guide to the laws of the universe. A. Knopf; 2005)

En el momento recuerdas otro texto que hace más de cincuenta años fue escrito con la misma intención,  The Feynman Lectures on Physics (Feynman, Leighton & Sands. Caltech; 1965), que fue lectura obligada cuando te iniciabas en la licenciatura en física. Tiempos en que no existía  internet y las fotocopias eran primitivas y costosas. Así que para hacerse de ese libro, al igual que de muchos otros, se recurría a la coperacha entre varios compañeros para completar el costo del libro y el pago del pasaje para que uno del grupo se lanzara a la Ciudad de México a adquirir el preciado texto. Y una vez en posesión colectiva del libro se procedía  a su lectura colectiva, o a que alguno del grupo leyera una sección y luego expusiera el tema para su discusión ante la turba soñadora, posiblemente en algún café o bar de la ciudad.

Estos libros han marcado y sostenido tu pasión por la ciencia. Escritos en un lenguaje accesible a cualquier preparatoriano, sin dejar de lado la introducción de ecuaciones y conceptos  matemáticos donde sean ineludibles para una comprensión más profunda de los temas, se han constituido en dos grandes clásicos de introducción a la física matemática contemporánea. De la mecánica de los cuerpos rígidos a la física cuántica, pasando por el electromagnetismo y la termodinámica, estos indispensables textos nos muestran el camino a la realidad. La fascinante y misteriosa realidad que nos produjo y en la que estamos inmersos. Realidad bella y terrible, como el arte y el amor.

Lo anterior uncido a las fascinantes y poderosas matemáticas creadas en el siglo veinte, a su vez atadas ahora con mayor firmeza a los distintos tipos de lógica que también han alcanzado una potencialidad que no logramos aún  aprovechar del todo.

-Cambia el paso, Ñaña, cambia el paso- me dice quedamente Santiago mientras cabalga sobre mis hombros. Cambio el paso sin perder de vista al tropel de caballos azules que ahora se interna en un cerrado bosque de pinos. Quiero pensar que al salir del bosque encontraremos el camino buscado. Pues he creído en la promesa que Penrose  hace al inicio de su libro: “El propósito de este libro es despertar en el lector alguna intuición o idea de lo que seguramente es uno de los viajes de descubrimiento más importantes y emocionantes que la humanidad haya emprendido jamás. Es la búsqueda de los principios subyacentes que rigen el comportamiento de nuestro universo.”

Sin embargo hace una afirmación temeraria al asegurar que los logros científicos del siglo veinte nos colocan a las puertas del entendimiento básico de todos los principios y leyes de la física, aunque matiza afirmando que no todo está concluido y que cabe esperar que los caminos de la ciencia se orienten en nuevas direcciones, abriendo  posibilidades al conocimiento nunca antes imaginadas.

Mi deseo es que el pequeño Santiago y su generación sigan estos caminos de descubrimiento de aspectos no conocidos del universo, que no serían más que una muestra mínima de lo que David Bohm ha denominado la infinitud cualitativa del mundo, aludiendo a la potencialidad inagotable del universo para estar en un estado de creación continua de nuevas realidades…

Y el libro de Penrose es aún más aventurado que el de Feynman, pues su recorrido comprehende desde la exposición de los principios de la mecánica clásica, hasta intentar explicar el fenómeno de la conciencia a partir solamente de principios físicos. Un guía soñador sin duda alguna, este físico matemático británico.

-Mira Santiago, ya casi llegamos; mira ese horizonte abierto al infinito que nos espera ahí adelante…

En tanto, retorno a nuestra abrumadora realidad cotidiana y me entero e indigno por el brutal asesinato de varios compañeros estudiantes universitarios y, de última hora, que el culpable caimán se fue con todo y su larga cola que no alcanzamos a pisar como  merece. Aún es tiempo.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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