La cantina “Las Glorias de Poncho el Sabio” ha sido el ilustre foro donde, como aquí se ha consignado, se ha debatido –hasta no ver el fondo- sobre el espinoso asunto del “fracking”. Aunque constantemente hay que aclarar al Chon Tepochas el término pues en su alcoholizada mente lo confunde con “fucking” que, aunque se le parece, no es lo mismo.
Como producto contabilizable en estampitas canjeables por constancias, el Profe Malacates, con la colaboración de Mané y consultando la bibliografía apropiada, ha escrito un reporte que resume las conclusiones del magno foro. Aquí va el “aistrac”.
El petróleo es un combustible en peligro de extinción. Cada barril que extraemos del subsuelo se usa y se agota, no se recupera nunca más. Es energía o materia prima para miles de productos, entre ellos la gasolina, pero sobre todo dinero, pues de su venta al extranjero es que México recibe la mayor parte de sus ingresos. El problema es que cada vez necesitamos más, y cada vez nos queda menos. Lo mismo pasa con el gas natural.
La demanda ha provocado que los gobiernos y empresas petroleras busquen nuevas vetas de combustibles en áreas más y más profundas, ya sea en el mar o en zonas terrestres. En éstas últimas han descubierto ya hace años un tipo de gas naturalmente atrapado entre las rocas, llamado gas shale o gas de esquisto por el nombre del mineral que lo contiene.
Extraerlo es mucho más costoso y riesgoso que la extracción tradicional de los yacimientos de gas natural. La técnica se conoce como fracking, y consiste en la inyección de millones de litros de agua a miles de metros bajo el suelo, agua que junto con arena y cientos de químicos tóxicos fractura las vetas de roca y libera el gas atrapado en ellas.
En el mundo, 13 países han prohibido el fracking. México no es uno de ellos. Con argumentos científicos, ambientales y testimonios de quienes han vivido o enfrentan sus efectos colaterales, esos y otros países se oponen a esta técnica que ya se utiliza en México, donde el gobierno tiene previsto instalar 22 mil pozos, buena parte en Veracruz.
No existe gran diferencia entre el gas de esquisto y el gas natural. La única diferencia es que el primero se encuentra atrapado en roca de esquisto, mineral muy poroso que contiene en sus huecos el gas natural. Para llegar a él se perfora un pozo vertical y de ahí parte una perforación horizontal que puede ir de uno a un kilómetro y medio. Ésta última se repite en diferentes direcciones, haciendo túneles desde el centro hacia muchas direcciones.
La extracción de gas shale tiene un riesgo importante para la contaminación del agua subterránea debido a la profundidad de la extracción y a los químicos utilizados en el proceso: alrededor de un litro de sustancias por metro cuadrado, muchas de ellas tóxicas, cancerígenas o peligrosas.
A pesar de la poca información que dan las empresas, las sustancias que se sabe se utilizan han sido clasificadas por organismos de control europeos como de “atención inmediata” debido a sus efectos potenciales sobre la salud y el medioambiente: 17 han sido clasificadas como tóxicas para organismos acuáticos, 38 son tóxicos agudos, 8 son cancerígenos probados y otras 6 son sospechosas de serlo, 7 son elementos que generan mutaciones y 5 producen efectos sobre la reproducción, según el reporte del Tyndall Centre for Climate Change Research de Inglaterra.
Por otra parte, la fractura hidráulica requiere grandes cantidades de agua, primero para enfriar, lubricar y extraer la tierra durante la perforación y después sobre todo en la inyección de agua a presión, junto con los productos químicos, para la creación de las fracturas en las siete capas de roca que se atraviesan con el fracking. Para cada pozo, utilizan entre 9 mil a 29 mil metros cúbicos de agua. Si en México se abrieran 20 mil pozos se necesitarían tanta agua como la que consumirían de 5 a 15 millones de personas de un año.
Como argumento, quienes promueven el fracking aseguran que el gas de esquisto es una solución para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y que además resulta un excelente negocio. Pero las cifras los desmienten.
Por un lado el fracking libera grandes cantidades de metano a la atmósfera contribuyendo al efecto invernadero y, por otra parte, resulta que los ingresos de la industria del fracking se han expandido un minúsculo 5.6 por ciento, peligrosamente superados por la deuda, que ha alcanzado hasta 163 mil 600 millones de dólares al primer trimestre por 61 empresas de exploración y producción, que han acumulado intereses por gastos hasta más de 20 por ciento.
–Ahí tá, dice el Chon, el fracking está “fucking dead” o, lo que es lo mesmo, todito fracturado.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
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