¿Cómo pudo el Big-Bang al explotar, concentrar toda posibilidad de vida en un solo planeta: en la Tierra? Podemos hablar de especies marinas indescifrables habitantes de lo más profundo del océano, de la molécula más inactiva de nuestro cuerpo, y la partícula más volátil atravesando el viento. Incluso fuera de ella, con la estrella más lejana, brillante en los confines del universo. Pero siempre, se hable de lo que hable, se estará hablando de vida: de movimiento o de estática, de existencia o ilusión, de humanos o animales, conocidos y extraños, especies y espacios. Indirectamente, inconscientemente, siempre se hablará de vida, de la propia existencia hablando de sí misma al llevar a cabo la acción de vivir. Porque la savia de la vida lo envuelve todo, es la naturaleza y el universo mismo.
La vida más que pertenecer al universo, al mar, a la acción de respirar y a la naturaleza, es el manto que cubre todo aquello. Constantemente se está viajando, rodando y girando, dentro del viviente manto. Infinito como el mismo universo, eterno e imaginable como el símbolo del tiempo, y libre como el propio pensamiento. Mientras haya vida, habrá alguien o algo para ser y hacer al arte, para contemplarlo, para usarlo como instaurador del equilibrio entre el hombre y el medio. Ese equilibrio de realidad y fantasía, de humanidad y vida, y por supuesto de ciencia y arte, esta última relación a tratar a continuación como una dualidad independiente e inseparable, como la noche y el día, uno solo y dos, dependiendo de los colores del caleidoscopio con que se le mire. Vida, arte y ciencia, constituyen los vértices participantes en el triángulo equidistante del tema a tratar: la ciencia desborda poesía a través de su mejor amante: el arte.
Al hablar de ciencia pareciera que se explica poéticamente: decir eclipse o nebulosa (¡y más aún mirar su proceso!); decir estomatópodo (que no solo nombrar a este crustáceo es una virtud verbal, si no que mirarlos es todo una visión ancestral, un viaje colorido recorriendo la pupila de los afortunados); o decir Vía Láctea, y pensar líquidamente en como los romanos llamaron así a nuestra galaxia porque “Anaxágoras la llamó Gala (del griego, leche) y Eratóstenes galaxia. Y porqué el mito griego dice que cuando Heracles (Hércules) era amamantado por Hera (Juno), éste escupió la leche y formó así esa franja en el cielo”[i]
Es la musa contemporánea y milenaria: la ciencia, la astronomía, la arqueología, la biología, la Tierra, la ecología, la química, la anatomía, las ciencias, el mar, el cielo, y las neuronas que a los locos hacen bellamente pensar y volverse poetas. La ciencia es uno de los alimentos preferidos para los artistas, para los descubridores.
La ciencia en versos
Sobre la ecología por ejemplo, en los tiempos prehispánicos, los mayas escribían sus poemas a la naturaleza, a la biología, a sus animales, al cenzontle, al águila y al ocelote. Mientras que sobre la astronomía, Netzahualcóyotl con sus palabras y sus versos creaba los caminos cosmogónicos, ya iniciaba la metáfora de las estrellas con los ojos, creando la conexión entre ambos cosmos: la mente y el universo. Por otro lado, los Incas compusieron cantos épicos, poemas líricos e himnos, entre estos un escrito llamado “El drama Ollantay” (1770 a.c.), resaltando una cuestión que realiza el general Ollantay: “¿Has visto en su casa a la encantadora Estrella?” -refiriéndose con estrella, no a un objeto astronómico de luz propia, sino a una mujer-. “Los poetas han cantado siempre a las estrellas como reinas de la noche (…)”
Así, la contemplación y observación especializada del cielo, que sirvió al crecimiento del conocimiento de la agricultura y la navegación; también le volvió una metáfora, toda una génesis de la inspiración.
Al igual que las producciones literarias aztecas y las poesías mayas, otras obras escritas, fueron severamente inspiradas por el conocimiento que esta ciencia ha ofrecido. Sor Juana Inés de la Cruz, fue portadora precisamente de cargar con dicha cruz astronómica, pues fue su apogeo su poema Primero Sueño. Creando una experiencia onírica en medio de todo el universo, entre eclipse y delfines, viajando con la constelación de Orión y el señor Sol, pirámides incrustadas en los cielos, entre un Neptuno alegórico y Plutón alrededor… “Pero de Venus, antes, el hermoso apacible lucero, rompió el albor primero”.
Mezclar el oficio de ingeniero, de caminos, canales y puertos con el de escritor; es involucrar los conocimiento de: física, química, cálculo, geografía y geología, con los de: prosa, ritmo, verso y lírica, teniendo así una fórmula que desembocará en la poesía y el trabajo de Melchor de Palau. En español escribió “Poesías científicas”, constituida de diversos poemas dedicados a la ciencia como: Poema a la geología, Poema a la imprenta, Poema al carbón de piedra, a las plantas, Poema geografía amorosa, y Poema al polo Ártico; a éste último dirigiéndose como un férvido océano: “la Aurora Boreal en torno tuyo y la Estrella Polar sobre tu frente”.
Ambos escritores son algunos ejemplos de antaño, sin embargo la lista puede ser cuantiosa. Por otro lado los escritores contemporáneos se han cautivado de la misma manera.
Imágenes sin marcos
La literatura no fue el único arte contagiado. La pintura de la artista española Remedios Varo, tiene un fuerte contenido sideral, a pesar de ser íntimamente personal. La gravitación universal y la relatividad son teorías que su espíritu indaga. Lo mítico y científico se unen en obras como La planta insumisa (1961), Fenómeno de Ingravidez (1963), Música Solar (1955), Ruptura (1955), Ciencia inútil o el alquimista (1958), y Naturaleza muerta resucitando (1963). De ésta última, por ejemplo, nos muestra una mesa como universo, con las frutas como planetas que danzan alrededor de la energía encendida, figurada en la llama de una vela central.
Por su parte, las matemáticas se hacen presentes también en las corrientes artísticas, entre ellas, el cubismo en la pintura, el cuál se caracteriza por el uso predominante de la geometría. Picasso, Apollinaire y Matisse, son algunos de los principales exponentes, dedicados a este movimiento que se caracterizó por el uso del color como principio constructivo, así como por la imitación, empleo y predominio de las figuras geométricas.
Regresando a la literatura, pero avanzando en el callejón del tiempo algunos años, se encuentran los escritores contemporáneos, conocidos y admirados en el ámbito. Uno de ellos es Aldous Huxley, quién entre probetas y pipetas, creó una historia universal, en la que el resultado del avance científico, principalmente la química, fue protagonista. Su resultado: seres clasificados en Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Épsilones. Una jerarquía basada en la inteligencia y creación artificial. Finalmente aunque nuestro cuerpo y nuestro entorno están formados de sustancias y elementos, de química, esta obra muestra un ambiente oscuro de ello.
Por su parte, Ray Bradbury, indagó a través de sus obras sobre la vida relativa a la humana, habitante de otras tierras. Viajó a otros planetas, la nave fueron las pastas y las hojas, el timón: la pluma.
Es un hecho que la era espacial abrió al hombre dos nuevas perspectivas: una nueva visión de la Tierra y una nueva visión del Universo. Con una visión futurista descubre acontecimientos de otros tiempos y espacios, en los que un humano o un marciano son protagonistas, muchas veces tan parecidos, tan coetáneos. La realidad del trabajo que ha llevado a cabo la ciencia, y la fantasía que personajes como los que Bradbury ha alimentado, lleva a cualquiera a formarse una atmósfera de perspectivas de la forma de una nebulosa, acerca de la existencia de la vida en otras superficies remotas. “Crónicas marcianas”, fue el título con el que el escritor enfundó su interés por los viajes interestelares, llamada así, cual género usado como si de un periodista se tratará, corresponsal éste en las anatomías de Marte. Han sido varios los autores que han tratado el tema con misma inspiración, y que son encapsulados en el género fantástico o ciencia ficción de la literatura contemporánea.
Son innumerables los poetas que dedicaron líneas a la musa del conocimiento exacto de la realidad. De los contemporáneos podemos destacar a Miguel de Unamuno que escribió: “La tabla de multiplicar”, donde resuelve el lapso entre el infinito y el cero en cuatro párrafos y cuatro versos contados. Su compatriota español León Felipe escribe “La Tangente”, línea a la que compara con el rayo, con el dardo, con el salmo. “Álbum de Zoología y Biología de halcón”, escritos por José Emilio Pacheco, en este último precisa al falco como preservador de la muerte. Y el nicaragüense Ernesto Cardenal, creando el “Big Bang” de la misma manera fragmentada como el hecho mismo tuvo lugar, en teoría.
Armonía de los elementos
Finalmente, la música y la literatura no han sido las únicas cautivadas por la fantasía que puede provocar la ciencia. Por ejemplo, a mediados del siglo pasado, la música de toda una generación, hizo florecer el llamado rock progresivo. Con sus sonidos buscaba darle sonoridad a lo desconocido, a los posibles ruidos de una melódica lluvia de estrellas. Con sintetizadores, se pretendía crear el sonido a la visión del tránsito entre un planeta rodeando al sol. Buscaban con sus instrumentos, manifestar esos sonidos procedentes del corazón solar, silenciosos para el oído humano. Los grupos que producían esta música, salían a los escenarios con trajes simulando emprender viajes galácticos: como astronautas preparados a despegar entre cuerdas y voces dirigidas a un camino con destino espacial. Las portadas de sus discos con el arte psicodélico no distan en nada, de la arraigada influencia de la observación del universo infinito.
Las relaciones aquí mostradas son fabulosas por sí mismas: el hecho de ver el resultado del embone perfecto, entre el conocimiento exacto, y la fantasía creada por la ilusión de la ciencia.
El arte, son años de trabajo, apreciado en segundos. Lo mismo sucede con la ciencia: Podemos nombrar sentimiento a una sensación en el estomago, pero detrás de esa visión emocional hay un mecanismo prolongándolo o fragmentándolo. Podemos deleitar y sorprendernos con el marco o forma de la extensión del plumaje que un policromo pavorreal nos enseña por minutos, su entera pomposidad, pero detrás de esa visión multicolor esta igualmente un mecanismo tal vez complejo. Ambos procesos aunque duren solo la brevedad de un lapso, han sido estudiados e investigados durante años y años.