En la actualidad existe un fenómeno de desvalorización del trabajo profesional tanto en el sentido de su valor estratégico, pues no se cuenta con los perfiles deseados, como en el monetario dado el componente de excesiva oferta profesional.
Así lo advirtió el doctor en sociología Javier Rodríguez Lagunas, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), quien agregó que las reestructuraciones productivas y los ambientes globales exigen nuevos perfiles laborales en general y profesionales en particular.
El investigador de la Unidad Iztapalapa señaló que en México prevalece la idea de que la inversión en educación puede impulsar a las personas y a la sociedad, pero las condiciones han cambiado y las evaluaciones de instituciones como la empresa y el Estado también se han modificado.
Por ello hoy se vive la encrucijada de formar enormes contingentes humanos en el ámbito profesional, mismos que enfrentan graves problemas para tener un buen destino en los espacios de trabajo, precisó.
Rodríguez Lagunas explicó que hacia fines de la década de los años 60 y principios de los 70, la dinámica de la economía industrial demandó la preparación de cuadros sociales para el trabajo, la preparación escolar preexistente ya contaba con las bases necesarias en esa dirección, incluso las políticas del Estado benefactor lo tuvieron como sus principios básicos: igualdad de oportunidades a todas las personas.
No obstante su devenir no fue ordenado, ni sistemático, por eso varios se inclinaron por iniciar sus propios negocios, incluso en actividades no necesariamente relacionadas con sus conocimientos o habilidades profesionales, pues les resulta mejor vender sus servicios que ser contratados en puestos mal pagados, indicó.
El docente del Departamento de Sociología destacó que “vivimos un escenario transicional” que en el caso de México es más complejo por el rezago educativo, que no ha resuelto las necesidades sociales frente a la educación, como es el caso de adolescentes y jóvenes que no asisten a la escuela.
La mayoría de países del primer mundo ha resuelto la deuda educativa hasta niveles medio y superiores con matrículas de hasta 70 por ciento. En países en desarrollo hay avances, pero prevalecen desequilibrios como el caso de la educación media y superior, donde la incorporación es menor al 30 por ciento de la población en edad de ubicarse en ese nivel.
Otro rezago, aseguró, es el mercado de trabajo mexicano que no respeta la regulación laboral, por lo que es inconsistente y las leyes se aplican con sesgos, ya que una parte importante de la Población Económicamente Activa (PEA) tiene relaciones laborales sin claridad contractual ni apego a las prerrogativas salariales y sociales.
La seguridad y la precariedad son los rasgos más importantes que impactan tanto a quienes han recibido una preparación básica como técnica o profesional.
Rodríguez Lagunas sostuvo que además del problema del escaso mercado frente a una enorme demanda no existe una competencia ideal, pues los aspectos de referencia no se limitan a los conocimientos o habilidades adquiridas o lo informada de una persona, sino a otros criterios como origen social, género, raza, etnia; es decir se presentan segregaciones, sesgos sociales y culturales que sugieren relaciones de inequidad y exclusión social.
Es indiscutible que la educación es el recurso indispensable para el desarrollo, pero el supuesto de que una sociedad más educada eleva sus niveles de bienestar implica que el sistema educativo aporte y fomente esto desde espacios de autonomía y libertad de conocimiento.
Propuso actualizar la educación básica con conocimientos que sean la base de nuevas experiencias globales y dotar de un perfil formador de educandos activos. En cuanto a la educación superior, planteó, deben diseñarse sistemas educativos abiertos e interdisciplinarios, lo cual supone un cambio radical sobre cómo concebir el conocimiento.
Apuntó que junto a los nuevos retos de las sociedades actuales hay que recolocar la función de los profesionistas en un papel central, pues los portadores del futuro tendrán que tomar decisiones dado el mayor riesgo que la sociedad le imprime a sus acciones, por ello su doble función del saber-hacer profesional y el compromiso social son cruciales.