La Piedra del Sol, encontrada el 17 de diciembre de 1790, ocupa hoy el lugar central del Museo Nacional de Antropología e Historia.
El Calendario Azteca, como también se le denomina, mide 3.60 metros de diámetro y 98 centímetros de lado, pesa casi 25 toneladas y es una prueba de la enorme importancia que los aztecas daban al tiempo y la exactitud con que lo medían aunque –de acuerdo a las investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH- no fue usado como calendario.
Existen numerosas interpretaciones sobre los símbolos de la Piedra del Sol.
Sobre su iconografía, la arqueóloga Bertina Olmedo Vera, curadora-investigadora del Museo Nacional de Antropología, autora de «Piedra del Sol», explica que las imágenes labradas en su superficie expresan la cosmovisión del pueblo mexica. El disco solar está representado como una sucesión de anillos concéntricos que contienen diferentes elementos relacionados con el registro del tiempo. Presenta rayos y puntas que irradian de su superficie, los cuales marcan las cuatro direcciones y los movimientos del Sol, y en su centro se encuentra el glifo 4 Movimiento (nahui ollin), nombre del Quinto Sol, que fue la era de los mexicas.
En el centro de este monolito se encuentra el rostro semidescarnado de Tonatiuh, dios del Sol, identificado por su decoración facial en forma de líneas que cruzan la frente y se curvan para rodear la parte externa de sus ojos, su cabello lacio y las joyas que eran características de su imagen. Su lengua está representada por un cuchillo, símbolo del sacrificio humano que el dios solar exigía para alimentarse y renacer cada día por el oriente, después de su viaje nocturno por el inframundo.
Para los mexicas, el tiempo transcurría en periodos o eras cósmicas que llamaban “soles”. Antes que ellos existieran, ya habían existido cuatro soles, los cuales están representados en los cuadros ubicados alrededor de la imagen de Tonatiuh, formando las aspas del jeroglífico ollin (“movimiento”).
La explicación que da el INAH en la sala en donde se exhibe es:
“En el centro aparece la imagen del Quinto Sol, Nahui Olin o Cuatro Movimiento y el rostro de Tonatiuh, dios del Sol, con la particularidad de que se le representó con la mitad inferior del rostro descarnada y la superior encarnada, lo que simboliza la vida y la muerte. A su vez, en cada una de las esquinas del signo Olin aparece el nombre de los otros cuatro soles: Nahui Océlotl (Cuatro Jaguar), Nahui Atl (Cuatro Agua), Nahui Quiáhuitl (Cuatro Lluvia) y Nahui Ehécatl (Cuatro Viento). Según la mitología nahua del Posclásico el mundo, tal y como lo conocemos actualmente, ha pasado por distintas eras de creación y destrucción. Ellos relacionaron cada una de ellas con un sol en particular. En una de las versiones del mito, la última era fue destruida por una gran inundación. El Quinto Sol, que según los nahuas es la era actual, terminará por grandes terremotos. El resto de los elementos iconográficos que decoran la Piedra del Sol están distribuidos a partir de círculos concéntricos. Alrededor del centro aparecen los 20 signos de los días, los cuales al combinarse con 13 numerales formaban un ciclo de 260 días también llamado Tonalpohualli. Luego aparecen signos solares y por último la representación de dos serpientes de fuego que rodean el disco y cuyas cabezas se encuentran, frente a frente, en la base de la imagen”.
La composición de la roca con que fue elaborada es olivino de basalto, proveniente del sur de la Cuenca de México, quizá de San Ángel o el sur de Xochimilco. Probablemente fue labrada durante la época de esplendor del pueblo mexica, alrededor de 1512, por encargo de Motecuhzoma II. Pesa 24.5 toneladas y su diámetro es de 3.6 metros.
Se cree que fue arrastrada entre 12 y 22 kilómetros hasta el Recinto Sagrado de Tenochtitlan con ayuda de cuerdas, palancas y rodillos, gracias a la ayuda de cientos de hombres. Parece ser que el bloque de roca se rompió, impidiendo darle la forma final de una plataforma sacrificial como la Piedra de Tízoc o la del Antiguo Arzobispado.