El 5 de julio del 2010 la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) publicó la primera imagen de toda la bóveda celeste obtenida por su misión Planck, que aportó nuevas evidencias sobre el proceso de formación de las estrellas y de las galaxias y, sobre todo, permitió estudiar las primeras fases de formación del Universo.
Planck fue lanzado en 2009 y durante seis meses realizó el escaneado de todo el mapa cósmico.
“Este es el momento para el que se creó la misión Planck”, comenta David Southwood, Director de Ciencia y de Exploración Robótica de la ESA. “Con estos resultados no estamos dando una respuesta, sino abriendo la puerta a través de la que los científicos podrán buscar los eslabones perdidos que permitirán comprender cómo se formó el Universo y cómo ha evolucionado desde entonces. Tanto la imagen en sí como su altísima calidad rinden un tributo a los ingenieros que diseñaron, construyeron y operan esta misión de alta tecnología. Ahora ha llegado el momento de empezar a aprovechar su altísimo potencial científico.
Desde las regiones más cercanas de la Vía Láctea hasta los límites del espacio y del tiempo, la primera imagen del cielo completo obtenida por Planck constituía un extraordinario tesoro, repleto de datos inéditos para los astrónomos.
El disco de nuestra Galaxia se extiende a lo largo del centro de la imagen. Lo primero que llama la atención son los filamentos de polvo y de gas que se extienden por encima y por debajo de la Vía Láctea. Esta ‘maraña’ es donde se están formando las nuevas estrellas; Planck ha observado múltiples casos de astros a punto de nacer o comenzando las primeras etapas de su desarrollo.
Menos espectacular pero sin duda más intrigante es el fondo moteado de la imagen. Se trata de la ‘radiación cósmica de fondo en microondas’, CMBR en su acrónimo inglés. Es la luz más antigua del Cosmos, los restos de la explosión que ocurrió hace 13 700 millones de años que dio origen a nuestro Universo.
Si bien la Vía Láctea nos muestra el aspecto actual del Universo cercano, estas microondas permiten observar cómo era el Universo instantes después de su creación, antes de que se formasen las primeras estrellas o galaxias. Ese era el principal objetivo de la misión Planck: decodificar este patrón de manchas para inferir cómo fue la infancia de nuestro Universo.
El patrón de microondas es la huella digital de lo que hoy conforma los cúmulos y los supercúmulos de galaxias. Los distintos colores representan ínfimas diferencias en la temperatura y en la densidad de la materia que se extiende por todo el cosmos. Por algún motivo, estas pequeñas irregularidades evolucionaron en regiones más densas a partir de las que se formaron las galaxias que podemos observar hoy en día.
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