Negada por la historia oficial, la cultura negra y sus aportaciones a la construcción de la nueva sociedad americana ha constituido en gran medida parte del crisol que hoy es América y sin la cual no podría entenderse su propia construcción. “La sociedad actual no sólo es resultado de la conquista y colonización europea, también del intercambio cultural con la raza negra”, dice la doctora Luz María Martínez Montiel, especialista en estudios afroamericanos, y quien asegura, esta es la tercera raíz cultural de América.
“En la historia, a la población indígena se la considera como el sector propietario desposeído y vencido en sus territorios naturales, mientras que al africano se le analiza como un intruso forzado a serlo, a causa de la esclavitud. Despersonalizado y cosificado, en la mayoría de los textos de historia para la educación escolar y en los museos, se le designa como ´negro´ o ´esclavo´; de ahí que se ignoren por desconocimiento, sus aportes a la cultura americana ya acumulados durante cinco siglos”, explica la investigadora en el artículo: “Afroamérica-crisol centenario”, publicado en el número 7 de la Revista CESLA, en 2005.
Desde esta perspectiva, Martínez Montiel sostiene que se puede afirmar que la configuración de lo que es hoy América, no se debe sólo a la transformación de sus raíces indias por la acción europea colonizadora, sino también deben incluirse los injertos de africanía que se arraigaron en la población desde los primeros años de su mestizaje, ya que entre 1492 y 1890, la presencia africana en América fue mucho mayor que la europea y en ciertas regiones como el Caribe, mayor que la población aborigen a la cual sustituyó. Por lo que el mestizaje se consumó, fundamentalmente, entre indios y negros, indica la integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Una de las razones para considerar que África constituye la tercera raíz de América, en opinión de la experta, es porque este grupo se constituyó en un inicio en gran parte de la población debido a los acarreos masivos que se realizaron. “El primer momento del acarreo masivo de esclavos fue en el año de 1501 cuando se transportó a un numeroso grupo de negros africanos a La Española (Isla de Santo Domingo) traídos directamente desde África. Al final del cruel tráfico, en el último cargamento de la ´mercancía de ébano´, del cual hay documentos probatorios, fueron desembarcados en abril de 1873 -según los historiadores cubanos-, africanos destinados a ser esclavos”, apunta la etnóloga adscrita al Museo Nacional de las Intervenciones.
Añade que los esclavos estuvieron concentrados principalmente en la amplia zona del sistema americano de plantaciones en el Caribe, Brasil y Estados Unidos. “Los africanos también fueron mano de obra en todo el territorio americano, por eso no hay región ni cultura del continente, ni sector social, ni actividad económica alguna que no esté marcada por su presencia. En los casi cuatro siglos que duró la esclavitud se estima que llegaron diariamente a América mil esclavos negros. Habiendo recibido esa enorme fuerza de trabajo y esa presencia cultural tan importantes, se asienta aún más nuestra deuda con África, pues esta es infinita”.
Su condición de esclavos, agrega, les limitaba la posibilidad de participar en la vida social y cultural y esto constituyó el inicio de un proceso de interculturación que reunió en el mismo escenario a la humanidad existente en varios mundos.
En el artículo citado líneas arriba, la investigadora destaca: “Debemos partir del hecho inobjetable que de este encuentro multicultural se derivaron todas las sociedades americanas. Siendo su presencia tan temprana, pues llega al mismo tiempo que sus captores, y puesto que contribuye a la construcción de América es justo reconocerla como una de sus raíces. Hubo un sincretismo, ambas culturas se influenciaron y se unieron dos estilos de vida. En donde la religión es la institución guardiana de la africanidad latinoamericana porque la religión sincrética afro-cristiana ha sido, hasta hoy, un complejo cultural en el que la liturgia incluye la danza y los cantos ancestrales”.
Luz María Martínez Montiel resalta que el término “Afroamérica” en principio, no debe hacer pensar en un sistema cultural autónomo, como tampoco el de “Indoamérica”; al usarlos se está señalando una división en la que queda por un lado lo indio y por otro lo africano. En realidad, lo “americano” es una fusión de lo europeo, lo indio y lo africano; lo “americano” y más precisamente lo “iberoamericano” incluye todas esas herencias, dice.