Los zoológicos mantienen en un solo lugar a animales que nunca podrían encontrarse en la vida salvaje, y en ocasiones, esto genera consecuencias imprevistas.
Desde que en el 2010, en el Wuppertal Zoo, de Alemania, murió un oso polar y otro estuvo al borde de la muerte por causas desconocidas, se inició una serie de investigaciones que llevaron a descubrir que habían sido afectados por un virus de herpes, propio de las cebras, el cual ya había mutado y saltado a otras especies.
Como se reportó recientemente, en el journal Current Biology, el equipo de investigadores del Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research, estos virus “saltarines”, ahora representan un gran riesgo para los zoológicos y podrían amenazar la misión conservacionista de estos centros.
Resguardar a animales de muchas partes del mundo es uno de los objetivos de los zoológicos, así como educar al público en general y proteger a los animales en peligro de extinción. A la fecha, no se tomaba en consideración las consecuencias de que estos animales vivieran en un solo lugar, en particular en cuanto al contagio de enfermedades, ya que generalmente los virus se adaptan a un solo huésped, pero algunos son oportunistas y se pueden dispersar por nuevos huéspedes.
El estudio emprendido por los investigadores del Leibniz Institute y el Wuppertal Zoo, surgió ante un caso en el que una hembra de oso polar, Jerka, murió de encefalitis a pesar de los mejores esfuerzos de los veterinarios. Su pareja, Lars, también se vio seriamente enfermo, pero sobrevivió después de un largo tratamiento.
La encefalitis puede ser causada por diversos factores e identificar nuevos patógenos en animales salvajes es una misión muy difícil, sin embargo, la intensiva investigación sobre la muerte de Jerka, la enfermedad de Lars y otros nueve osos polares, llevó a identificar que el único candidato era un virus de herpes, propio de las cebras. Asimismo, hicieron el descubrimiento de que otro oso polar, fallecido años antes de Jerka, también se había contagiado del virus. Lo cual indicó que el agente había mutado mucho antes de lo que pensaban.
Aunque no queda claro cómo se contagiaron los osos, queda abierta la posibilidad de que las ratas u otros animales rastreros hayan trasportado el virus, ya que en este caso, los osos polares y las cebras están separados por 68 metros y los cuidadores no son los mismos.
Esta situación podría tener consecuencias fatales para otras especies, así que ahora los zoológicos del mundo deben estar al tanto de las posibilidades de que los patógenos de una especie afecten a otra. Aunque esta labor es compleja debido a que muchos patógenos no producen síntomas y a veces provocan muerte imprevista, de ahora en adelante los zoológicos tendrán que mantener una mejor comunicación y estar mejor preparados para monitorear la entrada de nuevos animales y el contacto entre las especies.
Referencias:
Alex D. Greenwood, Kyriakos Tsangaras, Simon Y.W. Ho, Claudia A. Szentiks, Veljko M. Nikolin, Guanggang Ma, Armando Damiani, Marion L. East, Arne Lawrenz, Heribert Hofer, Nikolaus Osterrieder. “A potentially fatal mix of herpes in zoos” (2012). Current Biology.