En el campo de Olavarría, en el centro de la provincia de Buenos Aires, localizaron huesos de un megaterio, que eran perezosos terrestres, parientes de los actuales perezosos que habitaron en América desde comienzos del Plioceno o Pleistoceno hasta hace unos 8,000 años, bien entrado el Holoceno, como confirman los últimos hallazgos en Perú, Venezuela, Argentina y Chile.
El descubrimiento presentado el 24 de febrero de 2004, demostraría que esos animales prehistóricos coexistieron durante 4 mil años con los primitivos habitantes de la pampa bonaerense y que sobrevivieron por lo menos dos milenios más de lo que se creía, pues inicialmente se planteaba que se extinguieron entre 10 y 12 mil años atrás, en el mismo período en que llegaron al sur de América los primeros descendientes del homo sapiens.
El estudio de los restos presentados en febrero de 2004 muestra que esos mamíferos permanecieron hasta el período ubicado entre hace 7,750 y 8,000, lo cual posibilita el encuentro de ambas especies y plantea la posibilidad de que los hombres de esa época hayan contribuido sustancialmente con la extinción de los megaterios.
En concreto, junto a los restos extraídos en el predio de Olavarría se encontraron decenas de huesos enteros y fracturados y artefactos con filo (tipo cuchillos) que se utilizaron para ‘»carnear'» al gigante de varias toneladas de peso, entre ellos un cuarzo y el pedúnculo de una punta de proyectil, utilizados en la matanza del herbívoro gigante, restos conocidos como ‘»reactivación de filo'» (son desechos en el proceso para afilar una piedra contra otra), lo que demostraría que en ese lugar, que hace miles de años eran pantanos capturaban y mataban a los animales para obtener alimentos.
El megaterio era un animal herbívoro, posiblemente de hábitos solitarios. Por la lentitud de sus movimientos es probable que haya tenido serias dificultades para defenderse de depredadores como el tigre dientes de sable, explican los científicos.
En 2001, el dueño del campo de Olavarría encontró un fémur prehistórico en unas barrancas, cerca de un curso de agua dentro de la propiedad. Las excavaciones científicas comenzaron en noviembre del año siguiente, a cargo de Gustavo Politis, Pablo Messineo y María Inés Rivas, de las universidades nacionales de La Plata (UNLP) y del Centro (UNICEN), con sede en el distrito de Tandil.
Después de trabajar en una superficie de 30 metros cuadrados y hasta un metro y medio de profundidad, a fines del 2003 un equipo de 25 personas (entre científicos y estudiantes de la carrera de arqueología) terminaron de clasificar varias decenas de costillas, vértebras y huesos de los miembros inferiores del perezoso. Uno de los restos más completos es un fémur de casi un metro de largo.
Las muestras fueron analizadas en un laboratorio estadounidense, donde se las sometió a pruebas de carbono por aceleración de partículas. Este mecanismo permite llegar a un resultado contundente sobre la antigüedad del material, aunque los fragmentos para estudiar resulten pequeños.
Los primeros restos de este mamífero se encontraron en 1787, en las barrancas del río Luján. ‘»En la región pampeana fue donde más tiempo sobrevivieron. En otros lugares de América se extinguieron muchos años antes'», dijo el arqueólogo Gustavo Politis, director del proyecto e investigador del Conicet.
El 19 de abril de 1787 el padre dominico argentino Manuel de Torre comunica que en la zona del río Luján, Buenos Aires, se encontraron los restos fósiles de un legatario entero, luego denominado ‘»Megatherium Americanus'» o “Megatherium Luxanensis”, cuyo ejemplar se encuentra expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, España.