Más de un centenar de huesos de animales y algunos ejemplares posiblemente humanos de finales del periodo Pleistoceno, es decir, de hace más de 10,000 años, fueron hallados en Atotonilco de Tula, Hidalgo, durante trabajos de construcción de una planta tratadora de aguas residuales, donde arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) efectuaron el rescate.

Los restos óseos de animales extintos —algunos de los huesos llegan a medir hasta 1.60 m— corresponden a costillas, vértebras, cráneos, maxilares, defensas (colmillos), cuernos y caparazones, de especies tales como gliptodonte, mastodonte, mamut, camello, equino, venado, posiblemente bisonte y otras aún sin identificar.

En el conjunto de huesos de megafauna, también se descubrieron dos herramientas de piedra de la misma época, que permanecieron sepultados por milenios cerca del sitio donde hoy desemboca el cauce del drenaje profundo de la Ciudad de México. El salvamento de estos vestigios requirió de minuciosas labores de excavación arqueológica que duraron cinco meses.

Se trata del hallazgo más numeroso y variado de restos de megafauna extinta, encontrados juntos, registrado hasta el momento en la Cuenca de México, destacó la arqueóloga Alicia Bonfil Olivera, al dar a conocer el descubrimiento que permitirá obtener información amplia sobre la variedad de especies animales que convivían en esta parte del país hace 10,000 o 12,000 años; tentativamente datan de la última etapa del periodo Pleistoceno, durante el cual se dieron las últimas glaciaciones de la denominada Era de Hielo.

La localización de tal cantidad de animales de esa época sucedió durante las excavaciones, que en ocasiones alcanzaron hasta 20 metros de profundidad, para la creación de una planta tratadora de aguas negras, cercana al río El Salto. El trabajo arqueológico deriva de una labor conjunta entre el INAH a través de la Dirección de Salvamento Arqueológico, la Comisión Nacional del Agua y la empresa Aguas Tratadas del Valle de México.

Alicia Bonfil detalló que la formulación del proyecto de salvamento arqueológico desarrollado por el INAH comenzó en marzo de 2011, con la finalidad de proteger el patrimonio histórico y cultural que pudiera encontrarse durante la construcción de dicha obra hidráulica.

Después de seis meses de permanecer atenta al desarrollo de la obra, la arqueóloga Bonfil Olivera, quien coordina el proyecto de investigación y salvamento arqueológico, estudiaba un asentamiento prehispánico en una loma, en la parte alta del terreno que ocupará dicho sistema; cuando la excavación de la obra cercana al río llegó a los siete metros de profundidad, comenzaron a verse huesos de grandes dimensiones, lo que hizo que la especialista tuviera que replantear toda la investigación porque el hallazgo fue una sorpresa.

Dispersos a diferentes distancias dentro de una extensión aproximada de 100 hectáreas, y entre los 7 y 10 m de profundidad, el equipo dirigido por la especialista del INAH encontró más de 100 ejemplares óseos, entre los cuales al parecer hay algunos de humanos revueltos con los de animales extintos, “las características y tamaño de algunos huesos indican que se trata de extremidades humanas, lo cual no es extraño porque se conoce que el hombre ya habitaba la región central de México en esa época, sin embargo, tendrá que ser un antropólogo físico quien lo confirme.

En el lugar también se hallaron dos herramientas de pedernal trabajadas por el hombre; la antigüedad del conjunto de vestigios se estima entre 10,000 y 12,000 años, lo cual se confirmará en la siguiente etapa del proyecto.

Los restos óseos estaban en una capa de arena cuyos sedimentos indican que en aquella época existieron cauces que arrastraban corrientes de agua y lodo desde las partes altas hacia el río, lo que ocasionaba deslaves y arrastraba a su restos de animales y tal vez de humanos.

Bonfil Olivera sugirió que dichos restos fueron arrastrados, porque además de los huesos aislados y revueltos de megafauna, se encontraron segmentos de animales, entre ellos una columna vertebral completamente articulada, el cráneo y algunas de las costillas al parecer de un camello; así como un cráneo de mamut con su respectiva defensa, los cuales no llegaron completos a la ribera del río; y varios pedazos del caparazón de un gliptodonte, animal parecido al armadillo pero del tamaño de un Volkswagen, que habitó América hace 10,000 años.

La arqueóloga comentó que la escena del deslave se completa a un kilómetro de distancia de la obra, a la orilla de un manantial donde los trabajadores de la obra encontraron los restos de un mamut joven, mientras ampliaban el camino para meter pipas que cargaran agua potable.

Las excavaciones arqueológicas se llevaron hasta ese punto, “ahí nos percatamos que el mamut no estaba completo, seguramente hubo corrientes de agua que lo fueron desmembrando”. Del animal se encontraron costillas, vértebras, huesos largos de las extremidades, una parte del cráneo y el maxilar sin muelas, en tanto que las defensas se habían astillado y solo se pudo verificar la huella de éstas que quedó marcada en la tierra.

Alicia Bonfil destacó que en el mismo sitio en el que se encontraron los huesos del mamífero extinto, se halló un diente humano que de acuerdo con el contexto arqueológico es de la misma época que los restos del animal, aunque no tienen una asociación directa.

La arqueóloga del INAH explicó que tanto las defensas como el cráneo del mamut se encontraron en dirección al ojo de agua, señal de que el animal bajó a tomar agua y seguramente quedó atrapado en el fango del terreno que rodeaba al manantial.

Las excavaciones para construir dicho sistema de tratamiento de aguas negras del Distrito Federal y zona conurbada del Estado de México, abrieron la ventana de un pasado que permaneció sepultado 10 metros bajo tierra durante 12,000 años, en una investigación que solo fue posible de realizar aprovechando las obras de desarrollo urbano, finalizó Bonfil Olivera.

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