El impacto de la pobreza en las enfermedades mentales
Un grupo internacional de investigadores de la salud mental encontraron evidencias de que hay enfermedades mentales que contribuyen a la pobreza y que, a la inversa, la carencia de recursos económicos contribuye a la aparición de enfermedades mentales.
En el estudio “Investigating the impact of poverty on mental illness in the UK Biobank using Mendelian randomization” (Investigación del impacto de la pobreza en las enfermedades mentales en el Biobanco del Reino Unido mediante aleatorización mendeliana) se anota que la asociación entre enfermedad mental y clase social fue demostrada por primera vez en un estudio de 1958 por Hollingshead y Redlich, quienes encontraron que las personas de entornos socioeconómicos más bajos tenían una mayor incidencia de enfermedad mental grave y persistente y recibían un tratamiento menos adecuado.
Más de 50 años después, las mismas condiciones sociales persisten y afectan la salud mental en todo el mundo. “Estudios epidemiológicos en todo el mundo han demostrado una asociación entre la salud mental y el nivel socioeconómico (NSE), siendo la enfermedad mental más común entre las personas de clases sociales más bajas. Además, estudios sobre fluctuaciones de ingresos han encontrado cambios consistentes en la salud mental”, expresan.
El estudio se elaboró utilizando datos del Biobanco del Reino Unido y del Consorcio Genómico Psiquiátrico, con los cuales se analizaron los vínculos entre la pobreza y nueve enfermedades mentales (trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), anorexia nerviosa, trastorno de ansiedad, trastorno del espectro autista, trastorno bipolar, trastorno depresivo mayor, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés postraumático y esquizofrenia), encontrando que la esquizofrenia y el TDAH “contribuyen causalmente a la pobreza”, mientras que la pobreza “contribuye al trastorno depresivo mayor y la esquizofrenia, pero disminuye el riesgo de anorexia nerviosa”.
Aunque la pobreza -agregan- también puede contribuir al TDAH.
Los investigadores participantes son de la Universidad Médica de Ámsterdam, la Universidad de Edimburgo y la Universidad de Módena y el documento divulgatorio se publicó en la revista ‘Nature Human Behaviour’.
“Este estudio indica que ciertos problemas de salud mental pueden hacer que la situación financiera de una persona sea incierta. Pero, a la inversa, también vemos que la pobreza puede conducir a problemas de salud mental”, afirma el psiquiatra de Amsterdam UMC, Marco Boks.
En primer lugar, se determinó una medida de pobreza en función de los ingresos familiares, los ingresos laborales y la privación social. A continuación, los investigadores utilizaron la información genética de los participantes mediante una técnica especial llamada aleatorización mendeliana para desentrañar la relación.
La aleatorización mendeliana es un método para determinar la influencia de los factores de riesgo en una enfermedad, midiendo la variación de los genes que son más comunes en ciertos rasgos. “Pudimos captar aspectos de la pobreza que comparten el individuo, el hogar y la zona en la que vive. Esto nos permitió identificar mejor los efectos causales de la pobreza en las enfermedades mentales”, afirma el genetista estadístico de la Universidad de Edimburgo, David Hill.
Boks enfatiza que “la investigación proporciona pruebas sólidas de la necesidad de examinar también factores sociales como la pobreza, cuando se profundiza en el desarrollo de las enfermedades mentales”.
“Nuestros hallazgos sugieren que la reducción de las desigualdades podría conducir a ganancias sustanciales en la salud mental pública. A menudo existe confusión sobre el uso de datos genéticos para investigar la relación entre pobreza y enfermedad mental. Hacemos hincapié en que esto no significa que la pobreza sea genética. Al contrario, con los datos genéticos, pudimos identificar la pobreza como un factor ambiental modificable para la salud mental”, añade la psiquiatra de la Universidad de Módena, Mattia Marchi.