Los campos de la economía y la psicología volvieron a interactuar cuando algunos economistas notaron que el supuesto de la racionalidad, propio de la economía neoclásica (1870 – 1930 aproximadamente), no siempre se cumplía. A pesar de querer el mayor beneficio y de saber cómo obtenerlo, muchas veces los agentes económicos tomaban decisiones que no eran del todo racionales.
La economía conductual replica este supuesto neoclásico: busca explicar el comportamiento de las personas en la toma de decisiones e ilustrar las desviaciones del supuesto. “No se trata de afirmar que no existe una fórmula que pueda predecir la conducta humana, sino de demostrar que hay variables que son un sesgo para las personas a la hora de tomar decisiones racionales”, explica el doctor César Martinelli en su conferencia ‘»Ignorancia y prejuicios en la decisión colectiva: Teoría y experimentos'».
Ahí puntualizó que ‘»La formación de un grupo o comité es un viejo método para tomar decisiones'».
Martinelli, junto a otros especialistas, ha demostrado que dentro de esas variables, la ‘ignorancia’ y los ‘prejuicios’ pueden reducir la eficacia de un grupo para tomar la mejor decisión. “Es una alternativa a las ideas comunes de la economía conductual”, comenta.
El laboratorio de los prejuicios
Los investigadores realizaron una serie de experimentos de laboratorio para alcanzar esta conclusión. Si bien el doctor Martinelli ya tiene una extensa línea de investigación sobre la ‘ignorancia’, incluir la variable ‘prejuicios’ es una idea pionera.
En el laboratorio, se utilizaron herramientas de la economía experimental. “Hicimos comités: colocamos a chicos y chicas en grupos de tres o siete y propusimos un tema. Ellos tuvieron que decidir como grupo y, antes de votar, podían comprar información. O sea, podían votar de manera informada. Si decidían la alternativa correcta, recibían un pago”, detalla Martinelli.
Los datos del estudio revelaron que, muchas veces, los individuos votaron sin comprar información, incluso más de lo que predice la teoría. “Queríamos explicar por qué las personas hacían eso y la mejor respuesta son los prejuicios”, comenta.
La teoría pionera
Martinelli y su equipo han propuesto una teoría de la conducta en la que se reconocen dos tipos de personas: unas sujetas a prejuicios aleatorios y otras “objetivas”. “Todas las personas se comportan de manera racional, dadas sus creencias, pero las creencias del primer grupo están sesgadas.
Las fórmulas basadas en esta teoría permiten explicar los resultados de nuestro estudio”, explica.
Investigaciones similares a la de Martinelli y sus colegas pueden aplicarse a comités médicos o de política monetaria, licitaciones, subastas, jurados e, incluso, las comisiones formadas en el Congreso; es decir, contextos límite donde es casi seguro que los intereses son comunes. Por ejemplo, se puede mejorar el diseño de estos grupos a través de una elección idónea de los temas de agenda y del número de personas que pueden participar en la votación.
La teoría de la ignorancia y los prejuicios no se aplica en contextos más amplios, pues es difícil saber si hay intereses en común; sin embargo, sí funciona como una aproximación para el estudio de la conducta humana. “En la decisión colectiva, hemos enfatizado mucho los conflictos de intereses y no los conflictos que se deben a la falta de información”, sostiene el economista. Por ello, remarca que su investigación es una contribución importante a las ciencias sociales.
César Martinelli