Uno de los autores del prestigioso modelo cosmológico del universo en un calcetín (que como teoría llegó a convencer a dos o tres alumnos de licenciatura), responsable de matar al sol de la risa, de crear una propuesta que aumentaría la afluencia a museos de ciencia mediante la presentación de la sala llamada “Conoce tu cuerpo… y el de tu compañero” (para adolescentes curiosos) y de presentar un plan de becarios en donde todos vestirían de toga y se dirigirían a él como maestro mientras ponen cara de admiración.

Miembro de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), físico y divulgador, Sergio de Régules Ruíz-Funes trata la ciencia con desparpajo para acercar a los lectores al lado humano de esta actividad.

Su personalidad, la cual él mismo denomina como “chistosita”, y su peculiar modo de buscar en la divulgación un fin literario, ha logrado cautivar a científicos y no científicos, en quienes ha provocado más de una carcajada al presentar los tropiezos, las supercherías y sobre todo los grandes avances de la ciencia, de una manera que permite descubrirla hasta en la decisión de dejarse o no crecer la barba.

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¿Físico, músico, escritor o qué?

Mientras cursaba la preparatoria, Sergio de Régules se debatía entre la física, la música y el cine, incluso llegó a pensar en estudiar letras. Al final se decidió por la física y entró a la Facultad de Ciencias de la UNAM en 1982. Pero su camino lo fue conduciendo por veredas donde no faltaron la música y las letras, y terminó encontrando la mezcla perfecta de sus intereses en la divulgación de la ciencia.

“Le estaba platicando a mi papá sobre todo lo que quería estudiar y creo que fue la única vez en la vida que le hice caso. Me dijo: música ya sabes, algo que era cierto —aunque después descubrí que no tanto— porque tocaba el piano; cine lo puedes aprender en algún curso o practicándolo; pero física es lo único que no puedes aprender por ti mismo. Yo pensé que era un buen argumento y me metí a física”.

Fue mientras estudiaba la licenciatura que Sergio y su grupo de amigos idearon la teoría del universo en un calcetín. La facultad se convirtió para el grupo de amigos el lugar ideal para desarrollar la imaginación y para comenzar a jugar con la ciencia y la narrativa. Para el escritor, la universidad le permitió crear mundos alternos y personajes salpicados de ciencia, lo que considera más valioso que cualquier aprendizaje teórico sobre física.

“Me la pasé muy bien en la facultad. La parte divertida de las discusiones con los amigos estaba alimentada por lo que veíamos en las clases. No es que discutiéramos de ciencia y que estuviéramos hablando de física todo el tiempo. Decíamos muchas tonterías pero todas ellas basadas en la física e inventábamos tarugada y media, como el universo en el calcetín”.

En 1988, terminando la licenciatura, Sergio de Régules entró inmediatamente a estudiar una maestría, pero se sintió decepcionado al analizar las posibilidades que existían dentro de la investigación en física del momento. Al mismo tiempo se le presentaron varias oportunidades en el mundo de la música, pues tenía un grupo con varios amigos y tocaba el piano eléctrico y el teclado, así que las tomó.

“Como ya éramos más o menos grandecitos ya teníamos, entre todos, lana para comprarnos buen equipo, porque luego el problema con los grupos de prepa es que ni son muy buenos ni tienen buen equipo, nosotros ya teníamos un súper equipazo y la facilidad de movernos y montar conciertos con nuestros propios medios”.

El universo en un calcetin

Siguió encontrando en la música un medio de sustento y satisfacción, continuó dando conciertos, interpretando y componiendo música para teatro. Incluso menciona que se casó con una obra de teatro que lo mantuvo económicamente durante bastante tiempo.

En esa época se movió exclusivamente en el mundo de la música, hasta que un día su grupo fue invitado a grabar a Radio Mexiquense, en donde también transmitían un programa sobre astronomía llamado Nos vemos en la noche. De allí surgió la invitación, para los físicos del grupo musical, a ir a hablar sobre el tema al programa.

Como buenos admiradores del trabajo de divulgación de Carl Sagan, el grupo trabajaba bastante para preparar los programas. Sergio recuerda pasar todo el día preparándose, leyendo revistas y enciclopedias, con el fin de armar buenos argumentos para presentar en la transmisión.

Los radioescuchas apreciaron estos esfuerzos, lo que animó a Sergio y sus compañeros a hacer divulgación científica “como se debe”. Lo plantearon a los que en su momento fueron sus maestros de la facultad y directores de tesis, Ana María Cetto y Luis de la Peña, quienes apoyaron su idea de escribir obras de divulgación científica. Incluso les presentaron a la directora de la colección La Ciencia desde México, del Fondo de Cultura Económica.

“De esa reunión, que hasta cena tuvo en casa de la directora, no salió nada. Pero saber que nuestros profesores tenían ese grado de confianza en nosotros nos dio mucha seguridad, nos animó a seguir. Sin ese apoyo tal vez hubiéramos escrito algunas cosas y luego se nos hubiera olvidado”.

Incursionando en la divulgación de la ciencia

Sergio continuó trabajando en la obra de teatro con la que se casó y para mantenerse económicamente complementaba con traducciones del inglés para Selecciones del Reader’s Digest’ y para Addison-Wesley. Pero después de un tiempo empezó a extrañar la ciencia y comenzó a buscar una columna para escribir sobre temas científicos.

“El problema fue que lo que querían todos los periódicos eran chismes de las instituciones, querían chismes de las universidades, del Conacyt. Yo dije lo siento, ni siquiera estoy trabajando en la universidad, yo estoy en mi casa traduciendo. No les interesaba lo que yo les ofrecía”.

La búsqueda por un espacio para narrar la ciencia lo llevó a un pequeño periódico en inglés llamado The News, publicado por Novedades. En el periódico les interesó su proyecto y estuvo varios años escribiendo una columna en inglés que en un futuro lo ayudaría a escribir su segundo libro: El sol muerto de risa.

Regules 1607 2Mientras se dedicaba a la columna, decidió cursar un diplomado en historia de la ciencia donde conoció a Victoria Schussheim que en ese momento tenía una editorial de libros para niños sobre científicos y lo invitó a publicar su primer libro.

“Escribí un librito sobre Copérnico que me costó un trabajo tremendo. Me divertí horrores y salió el libro. Es muy emocionante cuando ya puedes ver el resultado, aunque fuera un libro que no se iba a vender muchísimo te sientes que el mundo te está diciendo: sí puedes ir por aquí, por aquí funciona”.

Después de ese proyecto, la misma editora le propuso escribir otro libro de ciencia, pero que esta vez fuera para adultos. Sergio tomó las columnas que más le gustaban de The News, las pulió, las enceró y le dio vida a El sol muerto de risa. Al ser publicado en una editorial pequeña nunca le dio dinero, pero sí muchas satisfacciones.

“Si lo piensas bien es una tontería escribir un libro para que no se lea. Aunque al final sí tuvo consecuencias, sucedió que el día que yo llegué a la DGDC ya me conocían por mi libro. El director era amigo de la editora y había leído mi libro. Ese libro que nunca encontraste en las librerías o que estuvo dos semanas y luego nunca más, él sí lo conocía. Me abrió puertas insospechadas aunque no fuera el gran best seller”.

El sol muerto de risa

En realidad El sol muerto de risa ha tenido una gran influencia en la vida del autor. Con los años, esta obra fue seleccionada para las bibliotecas de aula de secundaria y preparatoria, animando a varios lectores a seguir una vida académica en las ciencias.

“Es tremendamente emocionante que llegue una persona que te diga: leí tu libro y por eso quise estudiar química o física, es como la justificación de todo esto, aunque uno no lo hace con ese fin. Yo lo hago porque a mí me gusta y me gusta compartirlo con los demás, pero si encima de todo tiene esta influencia, qué más puedo pedir”.

Que cientifica es la cienciaDespués de un tiempo, se vendió la idea de El sol muerto de risa a la editorial Paidós, con el título de ¡Qué científica es la ciencia! El breve pero divertidísimo libro siguió dando sorpresas cuando fue seleccionado para ser publicado por una universidad de Brasil en una colección de divulgación de la ciencia.

En 2008, el libro fue publicado en portugués y aunque las universidades son pésimas para vender libros, ya puede decir que tiene un libro traducido al portugués, aunque nadie en Brasil lo haya leído, ríe el escritor.

Con este libro el autor estableció el modelo de trabajo que lo caracteriza, ensayos independientes escritos con la intención de deleitar y maravillar con temas de ciencia. Y aunque une sus relatos por un etéreo hilo conductor, los textos se disfrutan perfectamente por separado.

“Creo que funciona muy bien porque un libro de capítulos independientes, o más o menos independientes, es menos difícil de leer que un libro de largo aliento, que se debe leer en orden. Este estilo es más fácil que se venda, es más fácil que le guste a los lectores, pues permite reclutar también lectores flojos y no solo a los avezados y aguerridos”.

De escritor a editor, ¿cómo ves?

En 1999, un poco cansado de la columna en The News y con el antecedente de El sol muerto de risa, entró a trabajar a la DGDC. Primero en el museo Universum, pero luego transitó a su lugar natural que era la revista de divulgación ¿Cómo ves?, donde ahora trabaja en la edición general.

“El trabajo de editor también es difícil y es ingrato, hay que trabajar y arreglar mucho los textos, ponerte a leer sobre temas que no necesariamente entiendes. El mundo perfecto sería donde pueda dedicarme exclusivamente a escribir, así yo sería inmensamente feliz”.

Puedes encontrar el blog de Sergio de Régules en este link.

Pero, por otro lado, Sergio reconoce que cuando la revista sale bien, como editor siente una gran satisfacción y se siente muy contento de ser parte de ella. La revista también cambia vidas, comenta. Incluso conservan la carta de una persona que estuvo en la cárcel, al parecer injustamente, y les escribió para decirles que al descubrir la revista, estando preso, encontró fuerza para soportar el encierro.

“Le tengo mucho cariño a la revista, somos un grupo pequeño pero al que aprecio mucho. No es muy común en la vida encontrarte trabajando con gente que al mismo tiempo puedes respetar y querer. Es algo no muy probable, pero aquí existe ese equipo. Cada una de las personas aquí me inspira admiración y cariño”.

Sergio planea seguir con su trabajo en la revista, pero al mismo tiempo está pensando en escribir más libros y entrar a más concursos, le gustaría ver que los divulgadores comenzaran a ganar los concursos de divulgación. Quiere probar cosas nuevas en la escritura, podcast, obras de teatro, si fallan los intentos no importa, lo importante es seguir experimentando.

Violeta Amapola Nava

Ciudad de México (Agencia Informativa Conacyt)

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