Cociente intelectual mayor de 130, creatividad, persistencia en las tareas, gran capacidad de influir en la gente. Clínicamente, estas son las características básicas que definen a una persona superdotada. Sin embargo, en la vida diaria esta ‘cualidad’ implica mucho más.
“En principio son niños que tienen una situación neurológica normal, sin ningún antecedente de enfermedad previa”, explica a SINC Pedro de Castro, neurólogo infantil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “Pero una vez que se establece la capacidad intelectual por encima de la media, hay que valorar otros factores que se asocian con frecuencia, como problemas depresivos o de integración social”.
De hecho, aunque las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a que el 2,3% de la población mundial posee altas capacidades, más del 30% de estas personas tienen un bajo rendimiento escolar y se sienten aisladas y no tan felices como su grupo de sus compañeros.
Es más, según De Castro, los niños superdotados muchas veces sufren falta de motivación y frustración en el colegio, sienten que los profesores no entienden su comportamiento ni su manera de ser y no se identifican con los demás. Y esto con frecuencia desemboca en un aislamiento; no prestan atención en el colegio, no tienen interés en lo que se explica y no se conforman con lo que se les dice. Todo ello deriva en muchos casos en un aparente fracaso escolar, síntoma que suele ser la razón por la que se acude al especialista.
“Las familias vienen por problemas en el colegio, creen que sus hijos pueden sufrir trastorno por déficit de atención o hiperactividad; la mayor parte de las veces no saben que son superdotados”, afirma el neurólogo. “Por eso lo primero que hay que hacer es diagnosticarles para que los profesionales adecuados encaucen estas capacidades y logren un rendimiento académico y personal óptimo”.
Como bien señala Alicia Rodríguez, presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST), “no tener un hijo dentro de la media supone tener que informarse de sus perfiles, como lo tendríamos que hacer con cualquier otra diferencia, como la celiaquía o la diabetes, y así ayudarle para un desarrollo dentro de la mayor normalidad, donde se encuentre identificado con el conjunto”.
Sin embargo, algunas familias viven esta condición con ansiedad, no como un premio o un ‘valor añadido’ de su hijo. No saben si le están atendiendo adecuadamente, si necesita más o le exigen demasiado. Los expertos coinciden en que los niños superdotados primero deben ser tratados como niños, y luego, de acuerdo con su capacidad innata.
¿Listo o superdotado?
Uno de los indicadores para determinar la superdotación es la anticipación de aprendizajes o hechos cotidianos, como empezar a andar o aprender a leer muy pronto, lo que a veces se confunde con una precocidad del niño. Ahí es cuando deberían entrar en acción los especialistas para que el diagnóstico llegue lo antes posible. Sin embargo, a día de hoy en España no se lleva a cabo ninguna detección sintomática.
“Una alta capacidad no viene dada por un cociente intelectual alto, eso solo es un indicador más”, sostiene uno de los técnicos de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid encargado de gestionar el Programa de Enriquecimiento Educativo para Alumnos con Altas Capacidades (PEAC). “La acreditación de alta capacidad debe ser oficial, siempre realizada por un equipo especializado”.
La evaluación realizada para determinar la presencia de alta capacidad comprende pruebas de capacidad intelectual, pero también una de creatividad, de pensamiento divergente, y un seguimiento de la producción escolar del alumno. Los alumnos con alta capacidad pueden ser propuestos para participar voluntariamente en el programa.
Sería revelador que un análisis neurobiológico pudiera determinar la inteligencia, pero no existe nada parecido. Castro lo deja claro: “No hay ninguna prueba biológica que la detecte, ni análisis, ni resonancias magnéticas, ni estudios de ningún otro tipo que muestren una capacidad alta”.
Para el neurólogo infantil “inicialmente es difícil hacer un diagnóstico diferencial entre un niño superdotado sin problemas y uno con dificultades de sociabilidad, como ocurre en numerosos casos de síndrome de Asperger, un tipo de trastorno del espectro autista. Hay que hilar muy fino para saber si esas complicaciones son reactivas a que no le han hecho caso o a una patología intrínseca”. Aun así, se mantiene optimista al respecto: “Las habilidades sociales se pueden mejorar con el tiempo, sobre todo si se realiza un diagnóstico precoz que posibilita un mejor tratamiento y enfoque de estos niños”.
Dejar de ser bichos raros
Los superdotados no se parecen en el carácter por el hecho de serlo. Dentro del colectivo de altas capacidades existe la misma variabilidad que entre los alumnos ‘normales’. “Nos encontramos con líderes sociales y con otros niños que, si no rechazados, al menos no están bien atendidos porque tienen una capacidad intelectual y unos intereses diferentes a los de sus compañeros”, subraya Diego Plaza, uno de los coordinadores del PEAC hasta 2005 y ahora director del equipo de orientación de Colmenar Viejo.
Los propios chicos manifiestan su deseo de no ser señalados ni, como suele sucederles, etiquetados como ‘empollones’ en el colegio. “La principal desventaja que he tenido durante el colegio ha sido sobre todo la relación con mis compañeros de clase, no me entendían, no pensaban como yo y no compartían mis aficiones y por eso a menudo estaba sola”, relata Irene T. C., estudiante de Biología Sanitaria.
Lo mismo cuenta Sergio, exalumno del PEAC que ahora estudia primero de Arquitectura: “Cuando era pequeño lo pasé bastante mal, como se me daban bien los deportes y sacaba buenas notas mis compañeros me molestaban todo el rato. Ahora con la edad te das cuenta de que puedes ser como cualquier otra persona, lo que pasa es que los niños suelen machacar a los compañeros que destacan”.
Pero no todas las personas superdotadas se caracterizan por ser buenos estudiantes. “Es uno de los estereotipos que queremos romper, alta capacidad no es igual que alto rendimiento académico. Lo habitual es que un niño con alta capacidad no fracase escolarmente, pero eso solo ocurrirá si está atendido en el ámbito educativo de una forma adecuada”, comenta otro de los técnicos de la Consejería de Educación madrileña.
“Se trata de que tomen conciencia de que son niños normales, que hay otros niños iguales que ellos, y dejen de verse a sí mismos como bichos raros. El hecho de estar en esos grupos les ayuda a sentirse más normalizados”, añade el técnico.
Ya lo decía Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo fundador de la escuela de psicología analítica: «Los superdotados son el fruto más hermoso del árbol de la humanidad, pero a la vez son los que corren más grande peligro pues cuelgan de sus ramas más frágiles y con frecuencia se rompen».
Los niños superdotados rechazan el estigma social al que suelen ser expuestos y quieren volverse, conscientemente, invisibles. Pocos allegados lo saben, por miedo de que, al conocer esta diferencia, los demás se puedan sentir inferiores. Solucionar esto depende de que sus capacidades sean explotadas adecuadamente y, más importante aún, de que sean tratados como lo que son: niños.
Adultos superdotados
Según se concluyó en la X Conferencia Mundial de niños superdotados, celebrada en La Haya (Holanda) en julio de 1991, “un niño inteligente no lo es siempre y, si no recibe apoyo adecuado, sus dotes pueden acabar por desaparecer”.
Los expertos sostienen que las altas capacidades no permanecen igual con el tiempo sino que evolucionan positiva o negativamente dependiendo de la interacción entre estas y el apoyo que se reciba.
Siempre se habla de los niños, pero ¿cómo es un adulto superdotado? “Es una persona como otra cualquiera, que, si no ha sido atendida, probablemente acabe sufriendo una gran frustración, sensación de vacío existencial y soledad. Su interior puede ser un infierno de complejos e inseguridades”, explica la presidenta de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST), Alicia Rodríguez.
Privar a un niño superdotado del apoyo que necesita puede acarrearle de adulto problemas de comportamiento, de sociabilidad, de depresión e incluso de animadversión contra la sociedad.
A día de hoy, los programas especializados acaban en la enseñanza obligatoria o, como máximo, al llegar a la universidad. Sin embargo, para Diego Plaza “sería conveniente seguir con programas de ‘mentoría’ que faciliten su entrada en el ámbito universitario, que es donde podrán desarrollar muchas de sus capacidades. Se les puede incluir en seminarios para que empiecen a desarrollar un proyecto de carrera que puede ser muy fructífero”.
Las mujeres no quieren ser superdotadas
A lo largo de la historia, las aptitudes de la inteligencia y el género han sido el foco de estudios y polémicas discusiones. En el caso de las altas capacidades, “con un porcentaje de 70-30 para los varones, a las niñas parece no interesarles ser superdotadas. No quieren que se las señale”, resalta Diego Plaza, coordinador del Programa de Enriquecimiento Educativo para Alumnos con Altas Capacidades (PEAC).
Al parecer, las mujeres desde niñas ya advierten que ser diferentes puede traerles más dificultades con el grupo, e intentan pasar desapercibidas. “En paralelo a la puesta en marcha del programa hicimos varias investigaciones sobre las diferencias de género y detectamos que se derivaban muchos más niños que niñas, en una proporción de hasta 4 a 1”, continúa.
Sin embargo, desde un punto de vista estadístico los alumnos de altas capacidades están distribuidos de forma equilibrada entre niños y niñas. Esto quiere decir que, por algún motivo, las niñas se detectan menos, quizá porque tienden a ocultar su condición de altas capacidades.
“Digamos que el rol que tienen asumido las niñas a lo largo de la historia social no es el perfil de una persona muy inteligente, con una gran capacidad de creatividad, y ser así no ha estado bien visto por la sociedad”, concluye Plaza.
El tratamiento de la superdotación en España
Mientras en otros países hay un modelo muy selectivo –que escolariza a los alumnos superdotados en centros especializados que trabajan sus capacidades y en los que solo se relacionan con niños semejantes–, en España la respuesta educativa a los alumnos con alta capacidad abarca un amplio espectro que puede ir desde la atención en el propio centro educativo ordinario –respuesta inclusiva– a la atención en centros educativos especializados.
En general, suele predominar la inclusión en las primeras etapas educativas, mientras que en la educación postobligatoria hay alguna experiencia en centros especializados, como por ejemplo el reciente Programa de Bachillerato de Excelencia para alumnos con alto rendimiento académico, regulado el pasado año en la Comunidad de Madrid.
Pero desde la AEST no están conformes: “El sistema educativo nos impone limitaciones ya que normalmente, aun estando legislada la diferencia en educación, no se suele poner en práctica. Existe una falta de información real; todavía hay muchos mitos y estereotipos sobre las personas con altas capacidades”.
Aunque todos los colegios tienen la obligación de poner en marcha medidas específicas de respuesta a la situación y necesidades de cada alumno, como puede ser la situación de alta capacidad, la respuesta es muy distinta en cada comunidad y en cada colegio.
Además del caso de Madrid, que desde el curso 1999-2000 desarrolla un programa extracurricular voluntario de enriquecimiento educativo, otro caso de atención especializada se da en Aragón, donde la Asociación de Altas Capacidades ‘Sin Límites’ pone en común a familiares y personas superdotadas. Sus grupos de enriquecimiento se pueden utilizar dentro de los centros educativos y fuera de ellos.
Por último, recientemente se ha creado Confines, una organización constituida por las asociaciones españolas de familias de niños o adultos con altas capacidades que quiere optimizar su atención.