La carrera espacial ha avanzado a pasos agigantados. En efecto, en 2023 se llevará a cabo la primera expedición que llevará humanos al llamado Planeta Rojo, comandada por la empresa holandesa Mars One, compañía sin fines de lucro que en abril convocó a todos los interesados en realizar un viaje sin retorno para colonizar Marte.

En un reciente comunicado, se informó que 202.586 personas ya estaban postulando a la travesía, siendo 2.475 de ellas chilenas. Entre 25 y 40 personas, divididos por equipos, recibirán entrenamiento hasta 2015, antes de que los tripulantes definitivos del viaje sean escogidos. ¿Con qué se encontrarán al aterrizar en su nuevo hábitat?

Isaías Rojas, docente del Departamento de Física de la Universidad Santa María, Venezuela, ha indagado en las condiciones de la superficie y atmósfera de Marte y está convencido de que antes de enviar humanos a poblar dicho planeta, sería mucho mejor profundizar las investigaciones hechas por robots.

Efectos del viaje

Ya en un viaje en altamar, en condiciones de inevitable aislamiento, las personas sufren comúnmente efectos sicológicos: una semana después de zarpar, los tripulantes de un navío ya optan por no interactuar, porque la irritabilidad puede llevar a discusiones que no se darían en condiciones normales. Un viaje al espacio maximizaría estos efectos, según el docente. “Son mínimo tres meses de travesía, en un espacio muy reducido, abarcando distancias impensadas”, explica. “Si se está en una estación espacial, al menos por la ventanilla se divisa la Tierra. En este otro caso, el planeta se reduciría casi a un punto en el espacio, acrecentando la sensación de aislamiento”.

Asimismo, el propio organismo sufre los efectos del viaje: por los cambios de gravedad, se pierde calcio y masa muscular, lo cual se puede combatir con ejercicio, “pero sólo como una forma de retrasar los efectos: evitarlo es imposible”, sentencia.

¿Sin retorno?

Que sea un viaje sin vuelta no es necesariamente así. “Se puede regresar, pero el problema es la infraestructura. Para traer algo de vuelta hay que llevar o construir algo allá, que sea capaz de despegar de la superficie marciana. Marte eso sí tiene menos masa y densidad, por ende, menos gravedad, entonces es más fácil que despegue. Pero se requiere infraestructura, como un orbitador, por ejemplo”, detalla.

Marte prácticamente no tiene oxígeno, elemento vital para la supervivencia de los seres humanos. En su atmósfera prevalece el dióxido de carbono, que es lo que las personas expulsamos al respirar. Adaptar las condiciones atmosféricas como ocurrió en la Tierra, a través de procesos biológicos, tomaría miles de años. Al escasear el oxígeno, no existe tampoco capa de ozono, porque es una molécula del mismo. Por ende, los rayos ultravioleta penetran directamente, rompiendo moléculas y pudiendo afectar incluso el ADN de las personas. “Las plantas como las conocemos tampoco podrían adaptarse, porque no podrían resistir esa radiación”, sostiene.

El agua

Aunque hay rastros de agua, esta se encuentra en el subsuelo, pues sobre la superficie, por la baja presión existente, se gasifica rápidamente. ¿En qué estado está esa agua bajo tierra? Según el docente, se espera que esté congelada formando permafrost, aunque no se ha descartado completamente que pueda estar también en estado líquido en algunas regiones. Las indagaciones también se enfocan a encontrar la forma más efectiva de extraerla.

Marte está 1,52 veces más lejos del Sol que la Tierra, y tiene una atmósfera más delgada. Por eso, sus temperaturas en verano no superan los 20°C en el ecuador, y en invierno las mínimas pueden llegar a -140°C.

En la Tierra, el agua es un gas de traza en nuestra atmósfera y puede congelarse; en cambio, en Marte la que se congela es la atmósfera misma. El aire del polo en invierno sufre este fenómeno, mientras que el otro polo, que está en verano, se sublima, lo que produce diferencias de presión y vientos extremadamente intensos, que pueden ocasionar a su vez tormentas de arena que abarcan al planeta entero.

El suministro de energía

La solar sería la mejor alternativa, pero la pregunta según el docente es de qué tamaño tendrían que ser las placas, pues habría que transportarlas al planeta para cubrir las necesidades. El problema vendría con las tormentas de arena ya mencionadas: fácilmente cubrirían el Sol. Por otro lado, no hay agua para hidroelectricidad, ni suficiente calor para la geotérmica. Por eso, los expertos están dilucidando cuál sería la mejor opción.

Por logística, la cantidad de alimento que se debería transportar sería solo para el viaje, y tal vez un poco más. Lo ideal sería producir alimentos en Marte mismo una vez instalados, pero se debe tener en cuenta que no habrá plantas ni menos carne.

Comunicaciones

En nuestro planeta, a estas alturas, las comunicaciones son prácticamente instantáneas. Allá, no será gran problema y un sistema de radio puede funcionar perfecto. Lo dificultoso será comunicarse con la Tierra: la información –como sonido e imágenes– se debe enviar como ondas electromagnéticas, por lo que en una llamada por voz la respuesta tardará varios minutos y no será posible mantener una conversación en tiempo real.

Según el docente, muchas veces se ha hablado de hacer una “terraformación”, es decir, transformar globalmente el planeta a través de la forestación. Sin embargo, dado que no hay oxígeno para formar una capa de ozono, no es factible hacerlo por medios naturales, pues las plantas también respiran; una alternativa para lidiar con todo esto es acondicionar regiones pequeñas de Marte con métodos artificiales en pequeñas bases, en un ambiente pequeño y controlado, donde se pueda manejar radiación y temperatura.

“No habría libertad de moverse por toda la superficie, salvo en pequeñas distancias y usando trajes especiales, con aire presurizado, parecidos a los utilizados en la Luna. Esto no va a ser tan fácil como en las películas de ciencia ficción”, puntualiza.

Isaías Rojas, Universidad de Santa María

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