Héctor Cerezo Huerta
Algunos colegas me anticiparon sobre la posible inconveniencia de escribir el presente artículo divulgativo, pues advertían que criticar a Sigmund Freud es comparable a denostar a la selección mexicana de Futbol en plena época mundialista, ya que las masas “inconscientes” no aceptan que detrás de las apariencias pudiera ejercerse manipulación mediática, estrategias de distracción, placebo para cogniciones primitivas y fomento del pensamiento mágico y disociativo. Me queda claro también que en su generalidad, los Psicoanalistas representan un grupo dogmático y nada proclive a aceptar las críticas, por ello el título de mi artículo. Acaso no el Psicoanálisis -palabra de Freud…amén- y sus acólitos insisten con ese eslogan ideológico que invita a crear las condiciones para que el sujeto del inconsciente advenga y en ese discurso su deseo sea escuchado de acuerdo a la promesa que tanto pregonan y poco o nada cumplen en la realidad…..“lo escucho”.
Las presentes líneas no son una “asociación libre” y no pretendo caer en la posición errónea de innumerables detractores del Psicoanálisis, tachándolos de falta de evidencia empírica, ausencia de diseños experimentales para la comprobación de sus hipótesis mentales o la denostación fácil hacia el terreno de las pseudociencias. Más bien, me parece un ejercicio interesante de discusión y apertura disciplinaria para quienes nos formamos –y seguimos haciéndolo– en otros enfoques psicológicos como el cognitivo-conductual, el humanista o el transpersonal, pues limitar el Psicoanálisis a Freud, es peligroso e irreverente y, quizás indirectamente demuestra su estacionamiento evolutivo y la increíble similitud entre las ideas y escritos de finales del siglo IX y los argumentos de los analistas contemporáneos. Como el propio “oráculo” Freud lo vaticinó: Psicología y Psicoanálisis solo comparten un común denominador; el prefijo “Psi”. Quizás también la abulia y adinamia teórica característica del Psicoanálisis ha terminado por constituirlo en una tentadora oferta dogmática que presenta rasgos de sectarismo en la que abunda una el intrusismo profesional, un desgastado énfasis interpretativo y el apego a postulados axiomáticos difíciles de asimilar.
La relación del psicoanálisis con otros saberes y ciencias es complejo e hirviente. En un texto anterior, Viaje al Psicoanálisis en 2,000 palabras comentaba que nunca tuve una afición lúcida hacia el psicoanálisis, jamás fui proclive a respetar dogmáticamente sus mandamientos y de hecho el “patriarca” Freud, encuentra en mí como en muchos otros Psicólogos una sana y necesaria oposición. Adicionalmente, siempre me ha impactado observar como algunos psicoanalistas realizan un esfuerzo casi demencial por parecerse a su “Tata Freud” e insisten en suponer que la generación de ciencia, investigación y espacios de enseñanza rigurosa son sinónimos de terapia a la “diván”.
¿Qué teme un psicoanalista ante la crítica? ¿Cuál es su propósito subyacente más allá de su defensa vacilante? Acaso no el psicoanálisis ha supuesto una posibilidad distinta para entender las cosas y no para responsabilizar al mundo de las desdichas. Su posición ante la crítica es un buen ejemplo de las típicas histéricas burguesas en las que abunda la asociación libre, el sufrimiento y la queja ¿Desde cuándo los psicoanalistas intentan instaurar una relación de fuerza tal que prohíba a cualquiera de los colegas, especialistas o académicos hablar de los enfoques psicológicos, sea de manera privada o pública? ¿Desde cuándo su función es “vigilar y castigar”, olvidando la cuestión del sujeto? Nuevamente, en muchos sentidos se trata de interpretaciones fallidas producto de una defensa apasionada; pero carente de valor argumentativo.
Aun así, permítanme aclarar que invierto demasiado tiempo debatiendo con colegas, estudiantes, académicos y directivos que no están de acuerdo conmigo; es más me atrevería a decir que resulta una de mis actividades favoritas en mis limitados tiempos de ocio, y a pesar de ello compruebo con tristeza que al evaluar sus “argumentos” en torno a la mente, a la salud y la enfermedad mental, al objeto de estudio de la psicología o los paradigmas hegemónicos de nuestra disciplina; se asoma una profunda vanidad, un tono preocupante de ignorancia y un aderezo de fanatismo ideológico. Muchos de ellos no tienen formación o entrenamiento psicológico ni pedagógico, jamás han atendido pacientes, no cuentan con experiencia, entrenamiento clínico o práctica situada, nunca han sometido a prueba sus rudimentarias hipótesis cognitivas y tampoco han reflexionado sobre las implicaciones éticas de las ideas que defienden con tanta vehemencia.
El núcleo de la propuesta psicoanalítica y sus ejes conceptuales relativos a la noción tóxica, conflictiva y atávica del inconsciente, al “Complejo de Edipo”, a la teoría de la libido y al desarrollo psicosexual, a la catarsis, a larga duración de las terapias –cuya longitud parece ser inversamente proporcional al poder adquisitivo de la persona- al planteamiento de los sueños, los deseos, las fantasías, el amor, la vida sexual y otras tantas dimensiones de lo humano parecen una “ensalada de palabras” psicótica y un verdadero amasijo de creaciones mitológicas escritas por un genio de la propaganda. De hecho, las fuentes teóricas, metodológicas e históricas del Psicoanálisis Freudiano son múltiples y difíciles de ubicar con exactitud, ya que incluyen elementos subjetivistas, evolutivos, biológicos, filosóficos, materialistas, culturales e incluso literarios.
¿Acaso Psicoanalistas y Psicólogos no estamos olvidando que el modelo de ciencia exigido y reproducido es el positivista, y, que es un gravísimo error explicar el saber psicoanalítico y otros tantos postulados compartidos de la mente a la luz de planteamientos empíricos y experimentales? ¿Por qué no ubicar la discusión en el plano de la interpretación cualitativa desde visiones etnográficas, hermenéuticas, narrativas, intersubjetivas y fenomenológicas serias a las que nulamente apelan en sus argumentos algunos analistas? Quizás así entendamos que el determinismo psíquico podría ser una interpretación simplista de ideas extremadamente sofisticadas y de agudeza incomparable. Si bien Freud, no niega la posibilidad de la libertad humana, sí la despojó de todos sus ropajes idealistas y mostró que la auto-determinación es viable, sin embargo nunca comprendió las dimensiones sociales de la psique como la resultante de una suma de fuerzas infinita, y no sólo de carácter inconsciente.
En Diván el terrible y los fraudes del Doctor Freud (2011), el genial psiquiatra Salin Pascual explica que además del instrusismo profesional promovido por la práctica psicoanalítica, existe una verdadera inflitración en los cuerpos clínicos, de “profesionales” con una nula capacidad para detectar problemas médicos con repercusión orgánica y agregaría yo; sin una sólida formación ética y humanística.
La comunidad científica está consciente que la “cura” por la palabra que sostiene el psicoanálisis, es una práctica cercana al chamanismo, al igual que éste también es ritualidad, con reglas específicas (toda consulta se cobra) porque ahí va parte de lo terapéutico y con la doctrina central, la cual es “palabra divina”, es decir la palabra del maestro Freud. Este personaje debatible […] se dedicó a armar una estructura teórica aún en contra de aspectos éticos, como alguna vez se quejaron sus pacientes (p. 16).
Es muy probable que algunos recalcitrantes Psicoanalistas ante las presentes críticas, como siempre tengan una explicación ad hoc y falacias ad hominem que denoten mi imposibilidad de “comprender” postulados “ajenos” y planteen que el ego es la única forma que tengo de autocomplacerme. Quizás incluso, se atrevan a afirmar que mi resistencia a las teorías Freudianas “esconde” un grave problema sexual, -que por cierto debo aceptar- ya que como decía textualmente un Psicoanalista con quién platicaba hace unas semanas intercambiando críticas…”En el inconsciente masculino existe el terror de que el pene quede atrapado en la vagina de su compañera sexual”. Yo inmediatamente respondí que ¡por mí podría quedarme ahí toda la vida! Lo acepto, soy un “enfermo”; atrapar penes con las vaginas debe ser una diversión erótica de lo más saludable y placentera que gozo experimentar. Sin embargo, les recuerdo a varios de los Psicoanalistas que la sobre-explicación y reinterpretación de los hechos para encajarlos en la teoría no son intentos metodológicos y consistentes de réplica o contra-argumento. Para el psicoanálisis no hay escenario posible en el cual la teoría pueda ser demostrada falsa, y eso colegas se llama aquí y ahora: dogma.
Karl Popper (2003) al hablar de epistemología de las ciencias afirma que buscamos la verdad, sin embargo las verdades son simplemente conjeturas informadas y con base en este conocimiento vamos construyendo aquella dimensión que denominamos ciencia. Una cuestión es que el objeto de estudio de la Psicología sea complejo y otra muy diferente es complicarlo desde la formación universitaria o peor aún reducirlo a elementos meramente psicologistas, especulativos e interpretativos. El problema de la objetividad en Psicología ha sido perenne y por ello parecemos olvidar que en cierto sentido la objetividad son subjetividades compartidas; a más subjetividades compartidas en el seno científico mayor objetividad lograda.
Concluyamos con una pregunta atrevida ¿Y si algunos elementos de la teoría Freudiana se tratan más bien de proyecciones e intentos de racionalización de la propia patología de Sigi y buena parte de su propuesta teórica son testimonios vivientes de sus neurosis personales ahora universalizadas y legitimadas por quienes seducidos por una figura de poder han construido una de las más complejas formas de sobre-interpretación psicológica?
El proceso formativo de los psicólogos y especialistas de la salud mental resulta por tanto, una tarea mayúscula si se trata del desarrollo de competencias tendientes a analizar crítica y reflexivamente teorías, métodos y técnicas sobre el funcionamiento básico de nuestra ciencia. Quizás una de las primeras cosas que la enseñanza de la Psicología deba promover en los profesionales es el hecho de comprender que la ruptura de paradigmas en nuestra ciencia habitualmente es posible cuando detrás existe un dominio y un conocimiento exhaustivo del campo en el que se trabaja.
Referencias:
Popper, K. (1971). La lógica de la investigación científica. Barcelona: Tecnos.
Salin-Pascual, R. (2011). Diván el terrible y los fraudes del Doctor Freud. Formato: Versión Kindle. Lulu.com. Obtenido mediante Amazon Media EU.
Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director del Departamento de Psicología y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Profesor-Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM.
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