Julio Verne- Wikipedia

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Marta Sofía Ruiz

La imaginación y la curiosidad de Julio Verne (Nantes, 1828- Amiens, 1905) llevaron a sus personajes a los rincones más remotos del globo y convirtieron su obra en un fiel reflejo del espíritu de su tiempo, en el que el hombre soñaba con llegar a lugares aún desconocidos.

Cartel publicitario del viaje de la periodista Nelly Bly

Cartel publicitario del viaje de la periodista Nelly Bly

 

Sus historias han inspirado a exploradores, científicos e investigadores que crecieron entre las páginas de su universo verniano, imaginativo y verosímil gracias a su interés por la industria, la exploración y la ciencia.

“La obra de Verne recogió el espíritu de la época, el momento de los grandes avances científicos y geográficos”, explica a Sinc Miguel Ángel Delgado, comisario de la exposición “Julio Verne. Los límites de la imaginación” del Espacio Fundación Telefónica, en Madrid.

“De repente en cincuenta años se avanzó más que en los cinco siglos anteriores. Y eso, especialmente en el último tercio del siglo XIX, generó una corriente de optimismo total en la capacidad del ser humano”, añade el experto.

Verne influyó a sus contemporáneos y a muchas de las generaciones que vinieron después. Los primeros españoles en África, Manuel Iradier y Luis Cervera Baviera, o la periodista Nelly Bly, contemporánea de Verne que consiguió dar la vuelta al mundo en 72 días, son solo algunos de los personajes que hicieron realidad lo que el autor aventuraba en sus libros.

“Si pensamos en el campo científico, muchos de los pioneros de la astronáutica, desde Wernher von Braun a Yuri Gagarin, mencionan que de niños leyeron De la Tierra a la Luna  (1865) y que eso les encendió la imaginación”, destaca Delgado.

Un escritor bien documentado

Verne devoraba libros de divulgación y ciencia y estaba suscrito a prácticamente todas las publicaciones especializadas que se editaban en Francia y a bastantes extranjeras. Pertenecía también a muchas sociedades científicas, como la Sociedad Geográfica Francesa.

Al hacerse cada vez más conocido, los propios científicos y los aventureros entablaban amistad con él, iban a visitarlo a Amiens y le contaban sus últimos descubrimientos.

Los inventos que incluía en sus novelas no eran, por lo tanto, fruto de la casualidad. En el caso del submarino, por ejemplo, Verne conocía las ideas de los proyectos primitivos que se estaban realizando y fue capaz de imaginar más allá. Cuando el hombre llegó a la Luna no lo hizo en una bala, pero hubo detalles que él fue capaz de ver antes que nadie.

“El tiempo que se tarda en ir de la Tierra al satélite en las novelas de Verne es prácticamente el mismo que luego las naves Apolo tardaron en llegar. Llama la atención que el escritor afirma que habría que disparar la bala lo más cerca posible del ecuador, cosa que hoy en día también sabemos… Pero eso no es imaginación, es aplicación de razonamientos científicos y de pensamientos científicos y por eso tiene tal capacidad de acierto”, puntualiza el comisario.

Escena de la película de George Méliès , Viaje a la Luna (1902)

Escena de la película de George Méliès , Viaje a la Luna (1902)

El viaje a lo desconocido

“Siempre se ha hablado de la narrativa de Verne, de cuáles eran las características de los inventos que él recogía y de ese carácter de profeta. En cambio, el trasfondo geográfico de su obra ha sido muy poco tratado. Pero Verne es un geógrafo: escribe obras de geografía noveladas”, remarca Eduardo Martínez de Pisón, catedrático emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid y experto en la geografía de los mundos de Verne.

En los Viajes extraordinarios –el título genérico que se le da a su colección de libros de viajes que comenzó con la publicación de Cinco semanas en globo (1863)– el escritor intentó mostrar la Tierra a sus lectores, para lo que volcó la información que poseía en sus novelas. La Vuelta al mundo en ochenta días (1872) incluye todos sus conocimientos sobre el estado mundial de las comunicaciones y Fogg emplea todos los transportes existentes en la época.

Albert Robida. Carte des Voyages très Extraordinaires, Paris 1879.

“También escribió sobre sitios a los que nunca había llegado el hombre: el polo norte y el polo sur. En esos casos se deja llevar por la imaginación. Dentro de los datos que se conocían, hace una geografía propia e inventa los paisajes. Y lo hace muy bien. Hay que destacar que hizo cosas muy pegadas a la realidad porque era un gran lector de obras científicas: donde había geografía real se basaba en los mejores autores”, explica Martínez de Pisón.

Cartografía de la fantasía

Todos los libros del escritor que tienen un  fondo geográfico incluyen  mapas. El catedrático explica que son sustanciales porque al leer las aventuras del protagonista puedes seguir su desplazamiento y recurrir al plano para ver dónde está.

Mapa del libro Miguel Strogoff (1876)

Mapa del libro «Miguel Strogoff» (1876)

“En las ediciones españolas recientes, excepto en las últimas, se quitaban los mapas porque se pensaba que no tenían sentido. Pero lo tienen. Las cosas ocurren porque el protagonista está allí y no en otro lugar”, añade el experto.

Verne dibujaba sus propios mapas, incluso de las islas que inventaba. Luego se los entregaba a los delineantes de la editorial y ellos los copiaban y creaban las versiones finales que incluían los libros.

A pesar de recorrer prácticamente todo el globo, los personajes del escritor no viajan demasiado a España. Hay toques en Baleares, en Canarias y en Galicia: una subida al Teide, una estancia en Mallorca y un paso por las rías gallegas. “No llegan a  ser el fondo de la cuestión, sino que forman parte de una acción mucho más larga que va por otros lados”, puntualiza el experto.

Verne en la cultura popular

Julio Verne, que iba a ser abogado y en cambio acabó recogiendo en sus libros el espíritu de una época, creía en la capacidad del hombre y en la posibilidad de llegar aún más lejos. Por ello, a pesar del paso del tiempo y de que las visiones del escritor ya no sean sorprendentes –se viajó a la Luna, se conquistaron los polos y los submarinos se convirtieron en algo habitual–, el mundo sigue fascinado por su figura.

“En el universo literario de Verne el conocimiento siempre te puede dar la llave para salir del problema”, afirma Delgado.

Cineastas como Segundo de Chomón, Jean Painlevé y Orson Welles, periodistas como Nellie Bly, fotógrafos como Nadar y pioneros del submarinismo como Louis-Auguste Boutan –autor de la primera fotografía subacuática– y de la aviación como Santos-Dumont –el primer hombre en despegar a bordo de un avión– son solo algunos de los personajes influidos por la curiosidad de este autor hacia lo desconocido y por su ruptura de los límites entre invención y realidad.

En pleno siglo XXI, ya lejos de esa Segunda Revolución Industrial que enmarcaba sus novelas, el espíritu aventurero y la fe en el avance del escritor están presentes, no solo en las páginas de sus libros, sino en todas las adaptaciones que ya forman parte de la cultura popular y de un universo, el verniano, que parece fuente inagotable de historias, ciencia e inspiración.

Póster conmemorativo del lanzamiento torpedos del submarino Peral. Colección Privada Diego Quevedo.

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